Lunes, 12 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6266.
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La amenaza es el arma del amenazado (Leonardo da Vinci)
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CRISIS ANTITERRORISTA / En apenas cinco minutos atacaron con 15 cócteles molotov el Ayuntamiento de la capital navarra y cuatro cajeros automáticos / También hubo ataques contra una sede del PNV y el coche de un 'ertzaina'
30 encapuchados con técnicas de guerrilla urbana siembran el terror en Pamplona
En apenas 5 minutos lanzaron 15 cócteles molotov contra el Ayuntamiento y 4 sucursales bancarias El ataque produjo una estampida de ciudadanos que celebraban el carnaval en las calles del centro
O. TORRES

VITORIA.- El ataque protagonizado por unos 30 radicales encapuchados contra el Ayuntamiento de Pamplona y cuatro cajeros automáticos de las inmediaciones en la noche del sábado, evidencia que el terrorismo callejero regresa con la guerrilla urbana que sembró de violencia y miedo las calles del País Vasco y Navarra durante años.

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Grupos numerosos, organizados, jerarquizados, armados con material incendiario y pirotécnico, que han seleccionado previamente sus objetivos y que actúan con impunidad, porque desaparecen sin que la Policía logre detener a sus integrantes, son ingredientes ya conocidos de una práctica del terror que surge de nuevo con fuerza al calor de la ruptura del alto el fuego de ETA, como sucedió tras la tregua de 1999.

En la madrugada del sábado al domingo, el Ayuntamiento de la capital navarra, que también fue apedreado, recibió el impacto de nueve cócteles molotov.

Además, en apenas cinco minutos, cuatro cajeros automáticos fueron calcinados con otros seis cócteles molotov por la acción de estos grupos radicales, en distintos puntos de la ciudad, lo que provocó numerosas llamadas de vecinos denunciando estos hechos.

En concreto, fueron los cajeros de las entidades bancarias de Caja Rural de Mercaderes y calle Mayor, Caja Navarra, entre calle Nueva y San Saturnino, y Banesto de Mercaderes, los que recibieron los ataques con botellas incendiarias.

En todos los casos, los daños fueron escasos, con el ennegrecimiento de la fachada, los restos de líquido inflamable y la rotura de una luna con la tapa de una alcantarilla.

Las grabaciones efectuadas desde la Casa Consistorial han permitido al Cuerpo Nacional de Policía, que se ha hecho cargo de la investigación, determinar que fueron 30 los participantes en el ataque, según informó la Delegación del Gobierno en Navarra, y que actuaron encapuchados, precisamente, para impedir su posterior identificación. Las mismas fuentes apuntaron que el grupo entró en la plaza desde la calle de Navarrería y huyó por Jarauta.

Las Fuerzas de Seguridad también han recabado el testimonio de los vecinos que, en varios casos, se dirigieron por teléfono a la Policía para denunciar los hechos que se estaban produciendo en la calle, junto a sus viviendas, y analizaron, además, los restos de los cócteles molotov, en busca de pruebas que puedan ayudar a la identificación de los autores.

Contra la convivencia

La Delegación del Gobierno no tiene duda de que el ataque fue programado «con un nivel suficiente de organización y jerarquización» y con «la firme determinación estratégica de perturbar de forma grave la pacífica convivencia de la ciudadanía».

El lanzamiento de los artefactos incendiarios poco después de medianoche provocó, según la Delegación, una «verdadera estampida» en la Parte Vieja, donde muchos jóvenes celebraban los carnavales. Esta circunstancia dificultó la intervención policial.

Los de Pamplona no fueron los únicos hechos de kale borroka registrados la madrugada del domingo, y durante el día de ayer.

En el municipio vizcaíno de Getxo, el batzoki, la sede social del PNV, del barrio de Santa Marina, también recibió el impacto de una botella incendiaria, que fue arrojada contra los baños del establecimiento. La acción sólo causó daños de muy escasa consideración, como el ennegrecimiento de la fachada.

Y ayer, también fue rociado con líquido inflamable e incendiado por un grupo de desconocidos un automóvil, propiedad de un ertzaina, que se encontraba aparcado cerca de la comisaría de Azpeitia, en Guipúzcoa.

Varios agentes acudieron rápidamente al lugar de los hechos y apagaron el fuego con extintores, por lo que el coche no sufrió daños importantes. El ataque contra el Ayuntamiento de Pamplona y los cajeros del casco antiguo se suma a otros de similares características, como el que tuvo lugar en noviembre del año pasado contra la Subdelegación del Gobierno en Alava, cuando un grupo de encapuchados inutilizó las cámaras de seguridad con una pantalla de fuego y arrojó cinco cócteles contra la fachada del edificio que protege la Guardia Civil.

En otra acción coordinada, a primera hora de la tarde y con el bulevar lleno de gente, 20 radicales prendieron fuego en septiembre a un autobús municipal en San Sebastián, los hechos se repitieron en diciembre con similares ingredientes.

Actos protagonizados por grupos numerosos de radicales, distintos de los atentados «discretos», cometidos contra sedes de partidos o instalaciones, como el más reciente de la estación de Lutxana, tienen un gran efecto psicológico entre la población, porque evidencian la impunidad con la que se mueven los protagonistas de la kale borroka.

Durante los primeros años de esta década, tras la tregua de ETA rota por la propia banda armada en 1999, ataques «cuasimilitares», según la definición de la Ertzaintza, se sucedieron en distintas localidades.

En Bergara, el consejero de Interior aseguró que la Policía Autónoma habría necesitado armas de fuego para evitar los disturbios; en Mondragón, fue atacada una comisaría por medio centenar de violentos; pero la lista de ciudades y pueblos afectados en aquellos años (Bilbao, Portugalete, San Sebastián, Gernika, Lekeitio...) es muy larga, y con sucesos graves.

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