Con el objetivo de 35 milímetros de su cámara Leica, el artista quiso reflejar esa ciudad que le sorprendió y le enamoró al mismo tiempo -él la llamaba la bella durmiente- pero desde un punto de vista muy libre. Según la directora del Museo, Carmen Priego, «su planteamiento fue reflejar esos individuos que transitaban, vivían y trabajaban pero también sus espacios favoritos de la ciudad, como son el Retiro y el Rastro». Sin iluminación artificial, usando el blanco y negro, Witte capta a unos lugareños disfrutando de su paseo dominical por una incipiente M-30, aún en obras. La fiesta de los toros, el invierno de 1967 en que cayó una nevada impresionante, el gorrilla, la castañera, las colas para dar el último adiós a Franco. Él mismo reconoce que su mejor periodo fueron los 15 primeros años que pasó en Madrid, «porque era una ciudad en pleno cambio».

Además de los tipos y de las vistas emblemáticas de la ciudad, no faltan tampoco personajes importantes de la época, como Adolfo Suárez o B. B. King. «Hasta el último día de mi estancia en Madrid no he cesado de descubrir sitios para mí hasta entonces desconocidos», cuenta Witte en el catálogo que acompaña a la exposición, y concluye: «Aún en el siglo XXI, la fotografía en blanco y negro sigue reflejando de una manera muy especial los contrastes que siempre han caracterizado esta ciudad».

Peter Witte. Museo Municipal (Fuencarral, 78) hasta mediados de abril.