Lunes, 12 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6266.
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«Hay vida más allá de la política»
Chirac marca el camino de su retirada en sus confesiones a la televisión francesa y en un libro de entrevistas en clave humana
R. A.. Corresponsal

PARIS.- No va a resultarle fácil a Chirac hacer las maletas. El presidente francés lleva 12 años instalado en el Elíseo como éxtasis cenital de una trayectoria política que se remonta a su primer cargo de ministro (1967) y que contradice «naturalmente» las expectativas de una retirada.

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«Naturalmente» es el adverbio favorito de Chirac, aunque el jefe del Estado comienza a conjugarlo con la jubilación. La pujanza de Sarkozy deja fuera de juego su candidatura, como también lo hacen sus años (74), sus achaques de salud, su desgaste político y el desencanto ciudadano.

Nunca un presidente francés ha perdurado tres mandatos. En caso de hacerlo, Chirac gobernaría más años que Napoleón. Proezas de la Historia que comienzan a desinflarse en la cabeza del presidente: «Hay vida más allá de la política». La sentencia es una de las más relevantes que anoche escucharon los espectadores franceses en la televisión pública. Chirac se mostraba menos acartonado que de costumbre y transmitía cálidamente la debilidad de su posición política: «Me he entregado completamente a la misión que me ha sido asignada. Se me puede aprobar, criticar, poco importa. Si yo no tengo una responsabilidad de esta naturaleza, trataré de servir a Francia de otra manera», explicaba Chirac con los síntomas de un balance personal.

La insinuación de la retirada reviste especial importancia porque el jefe de Estado se dirigía por televisión a muchos millones de compatriotas. Era una oportunidad para desnudarse, elogiar a su esposa, expiar las infidelidades, redundar en las cuestiones anecdóticas y entonar el mea culpa delante de su familia: «Nunca me he podido ocupar de ella cuanto hubiera querido».

Son las fisuras de la estatua colosal que Chirac se había construido y que ahora parece más frágil que nunca. Será porque se ha puesto de moda entre lo políticos franceses mostrarse humanos y débiles (Nicolas Sarkozy fue el primer en el ritual catártico de su investidura). O será porque el presidente comienza a escribir su testamento y a cuadrar las cuentas. De otro modo, no se hubiera sincerado a corazón abierto en un libro de entrevistas que va a presentarse la próxima semana en la alta sociedad parisina.

Lleva la firma de un periodista leal al chiraquismo, Pierre Péan, e introduce aspectos desconocidos de su biografía como el problema de la anorexia de su hija Laurence. Padece la enfermedad desde 1974 y llegó a pesar 27 kilos. Ahora parece encontrarse mejor, pero Chirac considera este capítulo como el problema más grave de su vida. Lo confiesa en un memorial desprovisto de veneno, donde elogia la estatura de Mitterrand y se refiere en términos positivos a Sarkozy, su probable sucesor.

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