Dalia Saiani, de 33 años, y Giorgia Busato, de 28, eran dos jóvenes italianas que amaban el deporte y los viajes. Se habían enamorado hace años de Sal, isla del archipiélago de Cabo Verde donde habían comprado casa. Una de ellas, campeona de windsurf, pensaba mudarse allí. Ninguna de las dos, que ayer aparecían en las páginas de todos los periódicos italianos sonrientes y en bikini, podía imaginarse que en ese paraíso terrenal iban a encontrar una muerte atroz.
Sus cuerpos sin vida fueron hallados sepultados bajo la arena, después de que una tercera amiga, Agnese P., de apenas 17 años, pudiese milagrosamente escapar al trágico destino, y lograse dar la alarma. Dalia y Giorgia no tuvieron, en cambio, la misma suerte. Ambas murieron tras ser agredidas, golpeadas, violadas, lapidadas y enterradas de mala manera en una fosa situada a las afueras de Fontona, cerca de una de las paradisíacas playas de la isla.
Una de las manos de una joven sobresalía de entre la tierra, lo que permitió descubrir rápidamente los cadáveres, pero el detalle más espeluznante solo se conocería al hacer la autopsia: cuando fue sepultada, Dalia aún estaba viva, según determinó el forense, quien encontró restos de arena en sus pulmones.
El caso, que ha conmocionado a los italianos, ha sido resuelto con gran rapidez. Los dos asesinos fueron encarcelados pocas horas después de cometer el doble homicidio y ya han confesado. Se habían presentado a la mañana siguiente a sus respectivos trabajos como si nada hubiese pasado, pero, gracias al relato de la única chica que sobrevivió a la matanza, fueron inmediatamente arrestados por la policía.
El principal acusado es un tal Sandro Santus Rosario, guía turístico local de 23 años, que había mantenido con una de las jóvenes, Dalia, una breve relación sentimental. Ella había decidido cortar tras mes y medio de salir juntos, pero él no se había resignado. Hace una semana, Dalia había regresado a la isla con una comitiva de surfistas, con la intención de aclarar las cosas definitivamente con su ex, que aún la atormentaba con llamadas y mensajes al móvil.
En la noche del pasado viernes, Sandro volvió a la carga y la invitó a cenar. Ella aceptó salir con él, pero acompañada de Giorgia y Agnese. El caboverdiano las recogió en su coche con un amigo. Sin embargo, en lugar de llevarlas al restaurante, se metió por un descampado hacia un oasis. «Nos dijo que debía acompañar a su amigo a casa y ninguna de nosotras sospechó nada», relató la única superviviente. Al cabo de poco, no obstante, Sandro detuvo el automóvil y se volvió hacia ellas rociándolas con un spray de gas. «El amigo de Sandro arrastró a Dalia fuera del coche y lo mismo hizo Sandro con Giorgia. A mí me obligaron a quedarme en el automóvil», recordó Agnese, para quien esta vacación tropical, ahora transformada en pesadilla, constituía un magnífico regalo por los 18 años que cumplirá en unos días.
En el coche, la joven escuchó los gritos y lamentos de sus amigas implorando piedad sin poder hacer nada, más que intentar infructuosamente mandar un sms a un amigo de la isla. Distinguió la voz de Dalia que decía: «Si quieres dinero te lo doy, pero déjame en paz». Tras el homicidio, el guía turístico, acompañado de su amigo y cómplice, regresó al coche y pilló a Agnese con el móvil en la mano. Se lo arrancó y lo despedazó. Acto seguido ambos cogieron a la chica, la golpearon con una piedra y la abandonaron en la arena al creer que estaba muerta. La menor, sin embargo, recuperó el conocimiento durante la noche y a trancas y barrancas logró regresar a su hotel, donde dio la alarma.
Sandro, descrito por todos como buena gente, justificó su gesto como el fruto de un ataque de celos. Los indicios, sin embargo, apuntarían a un crimen premeditado. «Conozco la isla, en esa zona la tierra es dura, es difícil de excavar. Él sabía que existía esa fosa y fue allí a propósito, sabía que el hoyo ya estaba y fue a tiro hecho», comentó Renato Evarchi, un agente inmobiliario italiano amigo de Dalia.
Antonio Tirchese, primer secretario de la Embajada italiana en Dakar, también confirmó la hipótesis de la premeditación. «Parece que fue planificado; les tendieron una trampa para llevarles allí», dijo. El primer ministro Romano Prodi, que se encontraba en la India, manifestó su «conmoción y horror» al conocer la muerte de las dos italianas.