En la mejor tradición soviética, las cifras de participación fueron desmesuradas desde los primeros anuncios de la comisión electoral central. Poco después del cierre de los colegios, la comisión electoral establecía una participación de un 98,68% de los 2,6 millones de electores con derecho a voto. El dato recuerda al de la votación del referendo de 1994, que prorrogó el mandato de Niyazov hasta 2002 y que fue aprobado con el 99% de los votos.

Transcurridas apenas tres horas de la apertura de los colegios, las autoridades anunciaron que ya había votado cerca del 60% de los electores, según pudo comprobar el diputado español Jesús López- Medel, miembro de una pequeña delegación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), cuyos observadores no pudieron supervisar las elecciones. «Hablar de elecciones libres es una pura falacia», declaró López-Medel a este diario desde Ashgabat, la capital turkmena, donde pudo comprobar el «control absoluto» que las autoridades ejercieron sobre el proceso electoral.

Según López-Medel, las colas para votar no eran tan visibles como en otras repúblicas ex soviéticas que el diputado ha visitado como observador de la OSCE. Sintomática fue la ausencia de observadores de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la asociación que reúne a las repúblicas ex soviéticas (excepto los países bálticos) y que suelen dar el visto bueno a todos procesos electorales de la antigua URSS cuestionados por la OSCE.

Vedado a la prensa occidental, el régimen turkmeno «mezcla el comunismo más soviético con una dimensión oriental», explica el diputado, que reconoció estar impresionado por la atmósfera «fantasmagórica» que reina en las calles desangeladas de la capital, donde se elevan faraónicas y pomposas construcciones de nuevo cuño. Frente a los otros cinco candidatos del partido oficialista (dos alcaldes, un vicegobernador, un jefe de una administración local y un viceministro de la industria petrolera), se impone la candidatura del dentista y ex viceprimer ministro, Gurbanguli Berdimujamedov, promovido como sucesor por el Consejo de Seguridad, en detrimento del presidente del Parlamento, que fue arrestado pese a que la Constitución lo privilegiaba como sucesor.

Tras la muerte de Niyazov, la Constitución ha sido sometida a varias enmiendas, una de las cuales convierte al Consejo de Seguridad como órgano supremo del poder. Al frente de éste es probable que se sitúe Akmurat Redzhepov, jefe del servicio de guardias del presidente y figura clave en la ascensión política de Berdimujamedov.

Más allá de la farsa electoral, existen otros indicios de apertura como la intención de revisar las condenas de los presos políticos, la de poner fin al unipartidismo o la popularización del acceso a internet que ha prometido Berdimujamedov.