Y nos lo presenta hoy día en el Broadway madrileño, recurriendo al maestro de la vanguardia, porque ya probara con Miguel Mihura y parece que no bastó la dosis. No te marees, querido Gustavo, volviendo a Jardiel Poncela, que nuestro público no sabe de vanguardias y nosotros no sabemos nada del público. Iremos al Reina Victoria, pero con poca fe, menos esperanza y escasa caridad.

El Jardiel que nos presenta ahora Gustavo es uno de los momentos críticos en toda la obra del insólito maestro, que venía de Italia, había alternado con Pitigrilli, Mosca y otros inesperados autores italianos. El madrileño era partidario de romper todos los papeles anteriores, imitando al italiano en la búsqueda de un teatro nuevo. Eran los confusos años 30 y Europa caminaba literariamente hacia la destrucción de lo antiguo, de lo anterior, en todas las artes, de la pintura al teatro, de la abstracción al humor. En España sólo Ramón se había atrevido contra Pitigrilli, y hasta le dijo en una greguería: «A ese Pitigrilli tengo yo que ponerle los puntos sobre las íes».

Las vanguardias no se sabía si derivaban hacia la derecha o hacia la izquierda, políticamente. Así, encontramos en España un periódico fascista, el Arriba, muy bien hecho, pero poco vendido. Curiosamente, toda la prensa fascista, en cualquier idioma, presenta una manufactura exquisita y una volubilidad de contenidos. No te afanes, querido Gustavo, que lo que vendes ahora en un Marido de ida y vuelta tiene más de engañoso que de revolucionario. Algún poeta del 27, limando los sombríos 30, escribió esto: «La novia de manos ojivales da de comer a las estrellas».

Somos pocos quienes gustamos del talento de Jardiel, pero las vanguardias también envejecen, sólo que dejando ahí el trapo de una estética que no duró más que cualquier política de combate. Quiere uno decir que la vanguardia de hoy está desenroscada y sin ideas, pero la moda siempre trabaja con el presente y el teatro de Jardiel va a verlo el público con la conciencia de ver una antigualla, por muchos sombreros de copa que arrojen Mihura desde Chicote y Ramón desde su azotea. Los movimientos progresivos del teatro suelen ser retroactivos porque el teatro es la única forma progresiva de la literatura, y eso se paga. El remedio está en la enfermedad. Tu remedio es la recuperación de los ismos y tu enfermedad es la vejez milenaria del gran teatro del mundo. Jardiel sí nació a tiempo y consumó su redención de los «medios seres», pero otros tuvieron que huir de Madrid, con novia y todo tras el estreno de su obra. Será un éxito de ida y vuelta. Como los maridos.