MIGUEL PANADÉS
BARCELONA.-
Año y medio leyendo y escuchando críticas de la prensa. Soportando abucheos de su propia afición y sintiendo esa presión insoportable que se crea en el Palau Blaugrana cuando los resultados no llegan. Y de pronto el éxito, contra pronóstico, ante nada menos que el Real Madrid, tras eliminar al anfitrión Unicaja y a otro rival especial, el DKV Joventut de Aíto. De pronto, la otra cara de la luna y donde existía crispación ahora surge felicidad y las criticas se convierten en palmadas en la espalda y esa forma de dirigir, machacona, improductiva resulta ser la adecuada para conseguir el primer título como entrenador del Barcelona.
Así es la vida de los entrenadores, en la gloria o en el infierno por la gracia de los resultados. Así es la vida de un Ivanovic que empezaba a vivir al borde del abismo, que consiguió clasificar a su equipo entre los ocho primeros en el último suspiro y que ahora, ante todos aquellos que le cuestionan, saca pecho.
Por eso, una vez concluida la final, ese abrazo prolongado, sincero y emotivo con su hija, quien saltándose el protocolo saltó al parquet para ser la primera en felicitar a ese padre que tantas veces había visto sufrir, desde el palco, junto a su madre, la censura de un Palau implacable con los que no ganan. Por eso ese rostro sereno, orgulloso, incluso irónico de un Dusko que había conseguido por fin que sus jugadores se comportaran sobre la pista con la ambición y continuidad que siempre les exigió.
«No suelo leer las críticas y lo importante es que siempre me he sentido respaldado por el presidente» afirmaba el entrenador en rueda de prensa posterior al partido, minutos después de recibir una gran ovación por parte de los seguidores del Tau. «Esa gente es maravillosa», afirmaba en una declaración de afecto hacia quien, según él, siempre valoró su trabajo. Acababa de derrotar, de arrasar al Real Madrid, ese equipo que le arrancó la felicidad de cuajo en su último partido como entrenador del Tau. Ese al que todo el mundo elogiaba como contrapunto al inestable juego azulgrana. Fue la revancha soñada, en el partido perfecto.
La vida de Ivanovic como entrenador del Barcelona toma un nuevo rumbo ya que ese título le concede un margen de crédito que ahora ya tenía acabado y que será fundamental para afrontar la segunda fase de la temporada. La afición y la prensa creerá más en sus métodos, sus jugadores también y él, tozudo como pocos, no hará más que reafirmarse en sus principios y seguir exigiendo a sus jugadores que hagan lo que saben y más.
De momento, toda la plantilla celebró anoche la consecución del título de Copa con una merecida cena junto al presidente Joan Laporta en los palcos del Camp Nou.
|