VICTOR DE LA SERNA
Menuda se ha organizado en Washington... y los demás, que vayamos poniendo nuestras barbas a remojar. El caso es interesante, porque arroja luz sobre un problema latente y del que se habla poco: la coordinación o discrepancia entre los contenidos de una publicación según sean impresos o en internet, y en particular la cuestión de los blogs, esos diarios personales que se colocan en la red en cuestión de segundos, llenos de opinión y cuyo principal interés reside precisamente en su espontaneidad y personalidad. Salvo cuando se pasa de rosca...
La edición electrónica de The Washington Post tiene a un colaborador, William Arkin, experto en temas de Defensa, que mantiene un blog en el propio sitio de internet del periódico, www.washingtonpost.com. Y el otro día se le ocurrió una gracia, la de hablar de «nuestras fuerzas mercenarias, ¡ay, perdón!, voluntarias...» en Irak. Ello suscitó 1.500 comentarios indignados en el propio sitio, y los medios conservadores como la cadena Fox han podido cebarse a gusto, no ya con el sitio de internet, sino -aspecto crucial del asunto- con el propio Post, cuya credibilidad ha quedado bastante tocada.
Este domingo, la defensora del lector en el diario washingtoniano, Deborah Powell, se ocupaba de ello en su columna, y escribía entre otras cosas: «Los blogueros viven de publicar sus opiniones. Muchos periodistas de prensa impresa, a menudo atacados por los blogueros, piensan ser los verdaderos periodistas y trabajar en un universo periodístico paralelo y mejor. Estoy segura de que los periodistas de www.washingtonpost.com ven su trabajo como el periodismo del futuro, y que nosotros los del papel pertenecemos al pasado...».
Sin embargo, continúa Powell, cuando se trata del Washington Post en cualquier soporte, la fiabilidad y la responsabilidad deben ser las mismas, y los textos deben ser supervisados y editados según las mismas normas de gran exigencia. En este caso, como reconocen los propios responsables del sitio de internet, no se controló debidamente el insultante texto de Arkin.
Un redactor del diario que a la vez es bloguero del sitio, Joel Achenbach, apostilla que hacer un blog es como «trabajar con explosivos reales: su software es un arma muy poderosa, puedes publicar en segundos cualquier cosa bajo el nombre del Washington Post, y eso exige una mano segura y buen juicio».
Es un planteamiento con el que se están teniendo que enfrentar todos los periódicos que usan los dos soportes, los dos ritmos y estilos de producción. Y no sólo en torno a exabruptos como el de Arkin. Cuando en el sitio de internet de un periódico un bloguero ridiculiza, por ejemplo, a un columnista político del mismo periódico, ¿cómo reaccionar? ¿Haciendo la vista gorda? ¿Concediendo patente de corso a la versión internet, en aras a su vivacidad y espontaneidad? ¿O con normas iguales para todos?
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