Martes, 13 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6267.
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Sharon Stone se sumerge en el océano de la depresión
La estrella presenta 'When a man falls in a forest', un retrato de la «sociedad Prozac», dirigido por el jovencísimo Ryan Eslinger
CARLOS ALVARO ROLDAN. Corresponsal

BERLIN.- Escuchar a Sharon Stone asegurar que, al igual que su personaje en la película When a man falls in a forest, se siente «invisible» a sus 48 años, puede causar estupor entre los oyentes. Pero la actriz norteamericana, completamente alejada ayer de los estereotipos de Hollywood, empleó tantos gestos serios y reflexivos en su encuentro con la prensa en Berlín que hubo que creerla. Incluso en las dos ocasiones en que, enfundada en un traje pantalón gris y con su rubia melena encerrada en una coleta, aseguró eso, que se sentía invisible.

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Stone acudió al 57º Festival Internacional de Cine de la capital alemana para presentar la segunda película del realizador (más o menos independiente) Ryan Eslinger, de 26 años, que también contó con Timothy Hutton y Dylan Baker en el reparto. Juntos han compuesto una historia melancólica en torno a una pareja de mediana edad enterrada en una pequeña ciudad de Estados Unidos y anclada en la incomunicación y el aislamiento, en «una sociedad Prozac que impide liberar emociones y llegar a su esencia», según Stone.

«No es un filme deprimente», señaló ayer Eslinger, coreado por la propia Stone (quien ha participado en la producción de la película). Y eso que el retrato de su protagonista, que alivia su frustración acumulando pequeños objetos, resulta desolador.

«Creo que todas las mujeres al llegar a una cierta edad sienten que desaparecen, que nadie las mira, que no se las desea», señaló ayer Stone, quien también admitió que el personaje, con poco diálogo en el guión, le resultó «familiar». «Yo misma», dijo la actriz, «he llegado a sentirme bien dentro de lo malo. Pero lo importante no es caerse, ni quién nos empujó, sino cómo levantarse».

Eslinger recibió un piropo de la actriz cuando ésta le comparó con Martin Scorsese. «Es capaz de hacer que un actor llegue a una zona de invulnerabilidad en su trabajo, que se sienta maravillosamente bien».

A media mañana llegaba a la Berlinale Les Témoins, una nueva dosis de cine francés de la mano de André Téchiné. La suya es una enfebrecida historia circular de cine sin más aditivos ni colorantes que las intrepretaciones de Emmanuel Béart, Sami Bouajila, Michel Blanc y Julie Depardieu. Un plantel de ricos personajes que, cuando se cierra un ciclo, siempre pueden volver a empezar. Con una excepción...

Mehdi y Sarah son una pareja singular. Ella, escritora de obras infantiles, es incapaz de asumir su propia maternidad; él, un policía de origen magrebí, padre ejemplar, se deja llevar por un episodio de homosexualidad. Ambos tienen un código: la fidelidad es cosa de otros. La idea se refleja incluso en que la pareja puede asumir en su entorno a un amante moribundo.

Entre medias, aparecen un joven homosexual de vida apresurada y un médico enamorado de éste. Todo ello con el trasfondo de los primeros años 80 y la aparición del monstruoso fantasma del sida. «Mi película es un testimonio para muchos amigos perdidos por el sida, un reflejo de la belleza del mundo incluso en mitad de la tragedia», aseguró ayer un ronco Téchiné, que admitió el ritmo frenético de la película. «A ese ritmo late mi corazón, rápido. Y así es mi película».

Cerró la sección a concurso ayer Notes on a scandal, de Richard Eyre, con una espectacular Cate Blanchet en duelo interpretativo con Judi Dench, metida en la piel de una profesora obsesiva y frustrada que trata de chantajear a la primera por haber iniciado una relación sexual con un alumno. Una historia de gente feliz que no lo es y de soledad con mayúsculas.

Como aseguraba ayer su director en la rueda de prensa, «nada es blanco o negro, todo queda en un nivel intermedio».

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