En la jornada de ayer le ha tocado el obligado turno, y por partida doble, a la homosexualidad y al lesbianismo, con dos películas ásperas, interesantes, incómodas, nada complacientes. La inglesa Crónica de un escándalo, dirigida por Richard Eyre, cuenta el feroz chantaje y la opresión que ejerce una profesora casi anciana, solitaria y sola, lesbiana y retorcida, maquinadora y sádica, sobre una compañera joven e insegura profesionalmente, con aparente estabilidad matrimonial y familiar. La vieja y fría psicópata descubre que esa mujer con la que se ha obsesionado y a la que espera acabar seduciendo utilizando una falsa amistad, se ha liado compulsivamente con un alumno de 15 años, lo cual supone un delito de consecuencias terribles en el caso de que salga a la luz.

El tema es fuerte y su desarrollo convincente. Está bien descrito el acoso y la manipulación sentimental, los celos, la codicia, la venganza, la certeza de que la soledad obligada puede provocar monstruos. Pero sobre todo dispone de la extraordinaria interpretación de Judi Dench, actriz que siempre está bien pero que en este caso borda con infinitos matices a su indeseable personaje. Igual de meritorio es el trabajo de Cate Blanchett, señora a la que a veces encuentro demasiado etérea o sobreactuada (me crispó la exagerada caricatura que hacía de Katherine Hepburn en El aviador), pero que aquí se convierte en un prodigio de carnalidad. Ambas están nominadas al Oscar por su actuación en esta película. Lo más probable es que lo gane Helen Mirren, pero la creación que hace Judi Dench de esa malvada, calculadora y desesperada bruja, y la de Cate Blanchett imprimiendo sufrimiento, terror y vericidad a su acorralada víctima, tienen poder para incrustarse durante mucho tiempo en la memoria de los espectadores.

Al cine del director francés André Techiné le van las relaciones heterodoxas y regidas por una sexualidad violenta, los sentimientos contradictorios y desgarrados, el fatalismo como certidumbre vital. Lo cuenta con estilo identificable, realismo casi naturalista y sin una gota de sentido del humor. Los resultados son irregulares, desde películas tan broncas, sensibles e inquietantes como Los juncos salvajes y Los ladrones a bastantes ladrillos de irritante y forzada seriedad.

En el caso de Les Témoins aparecen al 50% las virtudes y los defectos de su siempre personal universo. La devastadora aparición del sida es el eje argumental en una historia de amores y pasiones cruzadas, vividas por un chaval provinciano y homosexual que descubre en París el sexo furtivo, voraz y peligroso, su protector, cultivado y otoñal amante y un matrimonio formado por una mujer libertina y feminista a la que le asustan los compromisos que le impone su maternidad y su marido, policía muy machote de origen magrebí que descubre su bisexualidad y acaba teniendo un febril apareamiento con el jovencito.

La aparición de ese monstruo que se ramifica y devora el organismo llevará a la catarsis a esta gente desorientada y aterrada. Techiné logra que a ratos te intereses por la angustia, el miedo y las incertidumbres amorosas de sus desgraciados protagonistas; y que en otros te abrume o te resulte cansina la intensidad de sus sentimientos.