Marco (Madrid, 1942) lo ha sido todo en la música culta en España, y su ejecutoria ni siquiera se ha limitado a ese campo. Discípulo de gigantes como Stockhausen, Boulez, Maderna, Lygeti y Adorno, Marco ha cultivado también el teatro musical y la danza, y ostentado un buen número de cargos de gestión cultural, convirtiéndose en uno de los referentes de la cultura española en los últimos 40 años.

Director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música entre 1996 y 1999, director del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea de 1985 a 1995, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1993 y doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid desde 1998, Marco ha tenido tiempo también para alentar y por momentos liderar la creación, experimental o no, en la clásica de vanguardia de las últimas décadas.

Premio Nacional de Música en dos ocasiones, en 1969 y en 2002, algunas de sus obras principales son El caballero de la triste figura, Los mecanismos de la memoria y Florestas y jardines, aunque Marco nunca ha dejado de esforzarse por favorecer el desarrollo de la clásica, incluida la contemporánea.

Precisamente uno de sus objetivos en la labor que ahora inicia: «Éste es un buen momento para la música en España: hay intérpretes de calidad y hay público, pero falta difusión. La crítica, al menos en Madrid, no está en su mejor momento. Yo no buscaré premiar ni agraviar, sino informar», decía Marco ayer.