LUIGI BENEDICTO BORGES
Snowy, el perro jack russell desaparecido el miércoles 31 de enero en el aeropuerto de Barajas, ha aparecido. Y lo han cogido. El cachorro, que hoy cumple un año, vuelve a estar en manos de sus particulares dueños, una pareja de ingleses, no sin antes haber vivido unas intensas vacaciones en los alrededores de la cabecera de la pista 33L, justo donde aterrizan los aviones de la Terminal 1.
Todos los relacionados con la pérdida del perro estaban desesperados. Se trata de un animal acostumbrado a dormir bajo cubierto, rodeado por los brazos de sus dueños en su lecho conyugal. Por eso se temía por su vida, perdido como estaba desde que unos operarios de Iberia Cargo, la compañía con la que voló el animal desde Londres, dejaran su caja de plástico duro en el suelo y ésta se abriera. Sufrimiento indebido.
Snowy estaba como «Pedro por su casa» por el aeropuerto. Si necesitaba agua, había encontrado un arroyo para saciar su sed. Si tenía hambre, daba buena cuenta de los conejos que pululaban por los matorrales. Durante los tres primeros días, los Duce, propietarios del animal, tuvieron un permiso especial para buscarlo por la terminal de carga. Luego tuvieron que confiar en un dispositivo de búsqueda creado ex profeso por miembros de Iberia, AENA y la Guardia Civil, a quienes se les unieron el día 6 de febrero los voluntarios de la organización proteccionista El Refugio. No obstante, y por si las moscas, los dueños anunciaron a bombo y platillo que darían una recompensa de 10.000 euros a quien les devolviera el perro.
Cada día, Snowy era visto por algún que otro empleado de la terminal de carga. Incluso llegó a estar cerca de su dueña los primeros días, pero, al oirla, el animal decidía irse por el otro lado. Pensando que estaba en grave peligro, los buscadores prepararon todo tipo de trucos para capturarlo. Primero le ponían leche, pero al animal no le gustaban los lácteos. Luego probaron con una perrita que soltaron por los alrededores esperando llamar la atención de Snowy. Pero éste no sólo la ignoró, sino que se metió por los túneles que tiene el aeropuerto por debajo de las pistas. Esperaba que nadie le molestase en su nueva guarida.
Los voluntarios de El Refugio seguían intentando ganarse la confianza del perro dejándole comida, que él ni probaba. No obstante, el inteligente animal cometió el primer despiste el sábado, cuando pasó a apenas tres metros de distancia de uno de sus buscadores. Durante una hora estuvieron corriendo detrás de él. Pero ni por ésas.
El domingo, cuando ya se preparaban las jaulas-trampa y las cerbatanas con dardos anestésicos, el animal fue localizado por Diego y Mariano, dos vigilantes de Prosegur. Snowy estaba en el arroyo, acorralado por los dos agentes de seguridad. Era dejarse coger o tirarse al agua, y al final aceptó su destino de ser rescatado. Pero no sin luchar y dejar sus dientes clavados en el dedo índice de la mano derecha de Diego. Después de recibir tratamiento veterinario y comprobar sus vacunas y su microchip, desde El Refugio se aseguró que su estado era óptimo. Ayer por la tarde fue entregado a su familia. Y se hizo pis de alegría.
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