e llama Elise, Crombez de apellido, pero en la carpa del Retiro basta con su nombre de pila para que todo el mundo sepa de quién se está hablando.
Esta belga de 24 años de apariencia reposada, piernas interminables, boca sensual y cabello cobrizo pasea por segunda vez bajo los focos halagadores de Cibeles. «Me gusta mucho haber sido elegido por segunda vez» para trabajar en una pasarela en la que, precisa, el ritmo de trabajo permite «disfrutar de los desfiles».
Pero ella sólo estará en unos cuantos, los de los miembros de la asociación de Creadores de Moda de España. Este colectivo, que es quien ha contratado sus servicios, fue el artífice también de su primera visita, hace ahora dos años, en la que compartió protagonismo con la también supermodelo Eugenia Volodina.
Pero, ¿qué es una top? Elise, sentada ante un espejo ribeteado de bombillas y dejándose hacer un moño para el primer desfile de la mañana, empieza por contestar que ahora ya no quedan; por decirlo así, la profesión se ha democratizado, y ya no hay cabezas con coronas tan radiantes como la que llevó, por ejemplo, Cindy Crawford. Pero termina por enumerar una serie de requisitos que ha de cumplir una modelo para sobresalir entre las demás.
«Por supuesto que una top es los trabajos que hace, pero también la manera en que trabajas, cómo eres en los desfiles...», comienza. Hablando despacio, pensándolo un poco, glosa: «Tener grandes trabajos con firmas importantes; ése es un profesional».
Modesto Lomba, presidente de la asociación que la ha contratado, añade que, si una modelo tiene un halo especial -«su forma de actuar es mágica. Es algo que no se mide sólo por su aspecto físico, es su forma de posar, de moverse, de actuar. Es algo innato, propio de su naturaleza, complicado de explicar»-, ella cuenta además con «una trayectoria larga y un currículo muy importante».
Elise Crombez reúne ambas características y cuenta con esas tres letras mágicas ante su nombre. Se puede decir que es una supermodelo internacional, pero eso no la ha eximido de las pruebas que, desde septiembre, son el umbral de Cibeles.
Para comprobar que su índice de masa corporal superaba el 18 y que, consecuentemente, no tenía una delgadez excesiva que pudiese constituir un mal ejemplo, a Elise la vieron los doctores, como a todas las demás.
«No me gustó», confiesa refiriéndose al trámite de pesarse y medirse para verificar que superaba el 18. Los resultados son evidentes: «Superé el control». Y describe la experiencia, común para 64 de las 69 chicas que el equipo de la doctora Monereo supervisó durante todo el fin de semana: «Me pesaron, me midieron y me dijeron que estaba bien».
Ella asegura que está de acuerdo en que las modelos sean personas libres de trastornos que puedan constituir un mal ejemplo -«creo que es bueno que se compruebe que las chicas están sanas»-, pero precisa: «sólo con el índice de masa corporal 18 es imposible comprobar si lo están».
Ella propondría como alternativa que las modelos aportaran un certificado médico. Asegura que ella tiene amigas que no alcanzan el 18, pero que «son personas sanas».