El menú a la carta de Ségolène Royal resultaría más verosímil si la candidata socialista a la Presidencia de Francia hubiera facilitado el procedimiento empírico que permite subir las pensiones, elevar a 1.500 euros el salario mínimo, construir hasta 120.000 viviendas anuales con la inmobiliaria del Estado, regalar los medicamentos y ofrecer créditos sin intereses a los jóvenes franceses.
Unas y otras ideas benefician el enfoque social del discurso programático, pero madame Royal no ha desvelado cómo va a costear el modelo celestial.
Seguramente, no le convenía por fines electoralistas mencionar una subida de impuestos. Tampoco parecía haber calculado el titular que ayer aparecía en la página 11 del periódico galo Le Monde: «Royal denuncia el endeudamiento de Francia, pero no precisa cómo tiene pensado financiar su proyecto».
Lo dice un diario que se orilla a la izquierda, aunque la paradoja de Ségolène también ha formado parte de los ataques del gobierno. Empezando por el primer ministro, Dominique de Villepin, quien ayer reprochaba a madame Royal haber incurrido irresponsablemente en cuestiones del gasto público sin consideración a las consecuencias del déficit público.
¿Cómo va a resolverse el milagro? El portavoz del Partido Socialista, Julián Dray, prometía ayer que no iban a aumentarse las retenciones obligatorias.
Dray puntualizó también que conoceríamos los detalles del modelo económico en las próximas semanas, aunque llama la atención que semejantes referencias no hayan cristalizado en el programa.
«Es inconcebible que Ségolène Royal denuncie la situación de la deuda pública y que, a continuación, comience a enumerar medidas y medidas de protección estatal que no van a hacer más que multiplicarla. ¿Acaso se nos está escondiendo una subida de impuestos? ¿O es que la candidata socialista promete las cosas sin pensarlas?», se preguntaba ayer retóricamente Dominique Paillé, en nombre del partido de Nicolas Sarkozy (UMP).
La campaña electoral francesa ha comenzado. No de manera oficial, pero el discurso programático de Ségolène Royal oficiado el domingo pasado en Villepinte rellena un espacio político que los socialistas habían dejado vacante mientras crecía sin oposición la figura del rival de Royal, Nicolas Sarkozy.
Ahora, los contendientes se atrincheran detrás de sus respectivos pactos. Ségolène Royal habla del pacto presidencial. Nicolas Sarkozy alude al pacto republicano. La primera puntualiza la solidaridad y las cuestiones sociales. El segundo redunda en la meritocracia, los valores y la libertad.
Vieja contienda
El duelo podría derivarse a una vieja contienda de la izquierda contra la derecha, pero semejante lectura maniqueísta obviaría los guiños transversales que ambos candidatos han deslizado con premeditación.
Igual que el ministro Nicolas Sarkozy se había apropiado en su discurso plebiscitario del patrimonio ideológico de la gauche (izquierda) citando a Jaurés, Blum y Zola, Ségolène Royal invocó anteayer el espíritu gaullista de Malraux para sensibilizarse con un electorado normalmente ajeno a las siglas del Partido Socialista (PS).
Así se explica la insistencia con que la Zapatera mencionó el problema de la seguridad. Prometió confinar a los jóvenes violentos en zonas de encuadramiento militar e hizo una defensa de la patria como trasunto de un proyecto político en el que «pueden reconocerse todos los franceses».
Sorprenda o no, la misma frase pudo escucharse casi a la misma hora en boca de Nicolas Sarkozy, cuando el actual ministro del Interior oficiaba un contramitin en el barrio latino de París. Por eso se definió a sí mismo como el candidato de la reconciliación y de la apertura.