R. A.. Corresponsal
PARIS.-
No puede decirse que Romano Prodi sea un político carismático y de pegada dialéctica, pero su moderación en un Gobierno de izquierdas y la equidistancia ideológica parecen haberse convertido en el modelo de François Bayrou, aspirante al Elíseo desde una formación centrista (UDF) y alternativa al enfoque maniqueísta de la campaña: o Ségólène o Sarkozy.
Bayrou se beneficia de un eslogan inequívoco: Otra elección es posible. Es decir, que su oferta electoral pretende seducir a los compatriotas que tienen miedo de Sarko, que no se fían de la estatura de Ségo y que renunciarían al pasaporte antes de votar a Le Pen. Sondeos de última hora colocan la medalla de bronce en el cuello de Bayrou, con un margen inesperado del 13% de los sufragios. Las expectativas duplican el resultado que el patriarca del UDF (Unión por la Democracia Francesa) obtuvo en los comicios de 2002. Entonces le perjudicaba la proliferación de candidatos y el extremismo de las opciones. Ahora ha conseguido demostrar que el centro político de Francia -una entelequia- puede estirarse razonablemente. Sus pretensiones resultarían más verosímiles si no fuera porque su agrupación es aliada del partido gubernamental.
|