Martes, 13 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6267.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo (Platón)
Haz Click Aquí
 MUNDO
Siete años encerradas en casa por su madre
Rodeadas de excrementos y ratones, tres chicas austriacas desarrollaron un lenguaje propio durante su cautiverio
BOJAN PANCEVSKI. The Times / EL MUNDO

VIENA.- Tres chicas de la localidad austriaca de Linz estuvieron encarceladas durante siete años por su madre en una casa de indescriptible podredumbre. La mujer las encerró bajo llave, aislándolas de todo contacto con el mundo exterior, y ellas tuvieron que vivir prácticamente a oscuras, jugando sólo con ratones y comunicándose en su lenguaje particular. Los expertos dicen que podrían no recuperarse nunca del trauma. Cuando fueron encontradas, su casa, situada en un elegante barrio de clase media-alta, carecía de agua corriente y los excrementos y desperdicios la cubrían hasta un metro de altura. El suelo estaba corroído por la orina de los ratones.

Publicidad
El caso ha conmocionado a Austria, un país que todavía se estaba recuperando del secuestro de Natascha Kampusch, y las autoridades intentaban explicar cómo ha sido posible que una historia tan terrorífica haya pasado desapercibida.

Todo comenzó con el divorcio de los padres, tras el cual la mujer, una abogada de 53 años, sufrió una crisis nerviosa. A pesar de todo, obtuvo la custodia de las niñas, que entonces tenían 13, 11 y siete años, y las sacó del colegio, alegando que les daría clases particulares en casa. A su marido no se le permitió verlas nunca más, aunque sus reclamaciones llegaron varias veces a los tribunales.

Las chicas, Viktoria, Katharina y Elisabeth, sólo pudieron ser rescatadas al irrumpir la policía en la casa después de que un vecino, que había notificado sus sospechas en varias ocasiones, amenazara con demandar judicialmente a un funcionario del Ayuntamiento. Aunque esto sucedió en octubre de 2005 y desde entonces las tres chicas han permanecido en un centro de terapia especializada, el escándalo sólo salió a la luz pública el pasado fin de semana. La madre se halla actualmente en prisión preventiva, en un área especial para reclusos mentalmente inestables. En unas semanas comparecerá ante los tribunales acusada de los delitos de tortura y lesiones graves y se enfrentará a una pena de entre cinco meses y cinco años de cárcel.

La mujer se había asegurado de que las persianas de la casa estuvieran constantemente cerradas y de retirar de ella todos los muebles y enseres con excepción de una bombilla. Cuando las tres víctimas fueron liberadas tenían la piel blanca y no podían soportar la exposición a la luz natural.

Ahora las autoridades se encuentran en el punto de mira por no haber intervenido antes, a pesar de las repetidas quejas interpuestas por los vecinos del pudiente barrio de Poestlingberg. Por lo visto, durante los siete años los tribunales llamaron a declarar a la madre nueve veces, pero los magistrados no hallaron nunca ningún motivo por el que investigar más detenidamente el caso.

Waltraud Kubelka, una de las terapeutas que están tratando a las tres chicas, dice que su desarrollo físico y psicosocial es «catastrófico»: «La mayor está reaccionando muy mal y no muestra síntomas de recuperación. Tras su liberación estaba gravemente desnutrida y era casi anoréxica. Las dos chicas pequeñas necesitarán años para aceptar su terrible infancia. En las primeras semanas después de la liberación se escondían bajo un banco de la cocina [del centro hospitalario], porque era el lugar más oscuro que había. No podían soportar la luz».

Se cree que en los siete años de cautiverio las niñas sólo mantuvieron contacto con su madre. Desarrollaron así un lenguaje propio casi ininteligible, que se ha descrito como una variante cantarina del alemán. Incluso después de un año de terapia, la hermana mayor, Elisabeth, que ahora tiene 21, se encuentra tan confusa que durante mucho tiempo se queda mirando al suelo apoyada en una sola pierna. A menudo se echa a llorar. Por lo visto, tanto ella como sus dos hermanas terminan todas sus frases con la palabra «pero».

No obstante, según anuncian sus cuidadores, la más pequeña de las tres, Viktoria, podría interrumpir pronto la terapia para reunirse con su padre, que ahora está en contacto permanente con las chicas.

Un funcionario municipal contaba que la formación jurídica de la madre y su conocimiento de la ley la han permitido posponer el juicio, pero éste se celebrará en las próximas semanas ante un tribunal de Klagenfurt, dado que tanto ella como su marido son bien conocidos en la comunidad judicial de Linz.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad