FRANCISCO UMBRAL
En estos años de política activa y agresiva el señor Rajoy ha realizado dos funciones considerables. Quiere uno decir que ha dibujado en el mapa de la actualidad su perfil de liberal inteligente y decidido, por una parte, y su personal transformación de lo que es, exactamente una política liberalista lejos del fanatismo del dinero que vienen presentando todos los liberalismos europeos. Ahora nos enfrentamos a la posibilidad de que Rajoy se lance a las elecciones con la ambición personal y colectiva de llegar a la Presidencia del Gobierno. De hecho, ya nos ha demostrado que exhibe toda la osatura política de un hombre muy completo dentro de los esquemas de gobierno actuales, socialdemócratas y progresistas.
Mariano Rajoy se ha forjado a sí mismo en la disciplina del PP, de paso que creaba espacios y situaciones dentro de su partido. La derecha española tenía unos fanatismos, como digo, que empezaron a liberalizar entre Fraga y José María Aznar, pero Rajoy ha elegido el mejor camino y el más combativo. Esto consiste en un trabajo de seguir la pista al Gobierno para irle marcando todos los puntos débiles, las trampas de oportunismos del poder. Rajoy ha tenido mucho trabajo en estos años y estas cuestiones. Resulta muy fructífero y brillante este modo de hacer política, con dos caminos por desbrozar: el cerco al rival instalado y la maduración del propio.
El socialismo apócrifo que hoy perdura está claro que no es buena continuidad de los González y los Guerra. A veces se ha hecho más socialismo en la oposición que en el poder. Rajoy no podía elegir mejor camino, y más barato, que limitarse a marcar al partido en el poder, ganando, de paso, la popularidad de las masas, que en España siempre varían o desvarían entre el que manda y el que no obedece. Y es cuando un tercer partido minoritario le manda una propina de votos al partido intermedio, preparado para gobernar sin tanto bagaje retórico como ha derrochado el gobernante.
Con todo y con eso, uno no olvida que los gobernantes han hecho mucha política de ocasión vendiendo el alma y la astucia a cualquiera que pueda engrosar sus arcas electorales, desde el nacionalismo oportunista al terrorismo.
No pretendemos en esta columna proclamar la superioridad de nadie, sino dejar la cuenta y subrayar que Rajoy es ahora más político que cuando empezó y que incluso el socialismo venidero tiene en él un hombre excepcional para el poder o la oposición. Y es un poco desechable eso de que el político, hoy, vive de la imagen y que uno tiene más imagen que otro porque ha acertado antes con un sastre o una peluquería. Si esos son los argumentos que se utilizan actualmente, lamentaremos que nuestro pueblo sea tan sensible a la publicidad democrática como a la moda dermoestética o los bikinis de playa. Da como un poco de rubor decir que ha ganado el que gane porque iba más guapo.
Y esto que decimos sería aún más lamentable si las candidatas fuesen aseadísimas mujeres de la cosa pública. Rajoy se ha mostrado irreductible ante las fórmulas fáciles. Es una buena medida. Seguir los pasos al privilegiado no supone plagiarle sino denunciarle cuando proceda, si procede, no forzando tampoco las oportunidades. Pero no aleccionemos a Rajoy que ya lo hace él mismo. Y no le va mal.
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