Miércoles, 14 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6268.
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«Cariño, tócame el hipocampo, que hoy es San Valentín»
El psiquiatra Daniel Amen defiende en su nuevo libro que el órgano sexual más importante del ser humano es el cerebro
CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- Tocar, lo que se dice tocar el hipocampo, es algo que está tan sólo al alcance de los neurocientíficos. Pero hay muchas maneras de llegar hasta allí, a esa intrincada parte del cerebro donde reside la memoria emocional, y que conviene alimentar para prolongar las buenas sensaciones y mantener viva una relación amorosa. Porque la llave del amor no está directamente en lo que vemos y tocamos, sino en lo que percibimos y procesamos a través del «mayor órgano sexual que existe: el cerebro» (en palabras del psiquiatra Daniel Amen).

Sex on the brain (El sexo en el cerebro) es la más reciente exploración de Amen en un terreno cada vez más seductor para los neurocientíficos. A tiempo para San Valentín, el autor de Cambia tu cerebro, cambia tu vida nos recomienda una profunda inmersión en nuestra materia gris antes de seguir el impulso del corazón.

«Aunque se sienta como algo genital, casi todo lo que influye en el amor y en el sexo ocurre en el cerebro», escribe Daniel Amen. «Tu cerebro decide lo que es atractivo para ti, lo que hay que hacer con esos sentimientos, cuánto pueden durar y cuándo puedes comprometerte».

Un cerebro «saludable», según Amen, es la mejor garantía de una relación romántica, intensa, prologanda y gozosa. Un cerebro «disfuncional» es, sin embargo, el camino directo hacia el fracaso sentimental, por la vía de la relación impulsiva, adictiva o enfermiza.

El amor es una droga dura, y sólo ahora -gracias a los escáner cerebrales y a otras herramientas de medición- estamos descubriendo la sinfonía de hormonas, neurotrasmisores y sustancias químicas que entran en danza en el momento en que nos alcanza la flecha.

«La dopamina, un neurotrasmisor que se genera en la parte central del cerebro, tiene los mismos efectos que la cocaína», sostiene Amen. «El cuerpo siente una urgencia repentina, el corazón se acelera, se multiplican las sensaciones de placer y motivación».

La dopamina se dispara también ante lo nuevo y lo prohibido, y actúa a veces al alimón con la feniletilamina (PEA), conocida como «la molécula del amor», presente en el chocolate y responsable de una sensación de euforia como la de la adrenalina.

Las reglas de la atracción las escriben las hormonas, de la testosterona a los estrógenos, pasando por supuesto por las feromonas, que nos equiparan más de lo que pensamos con otras especies. Amen se remite a las investigaciones del neurólogo Alan Hirsch en este terreno y sugiere que más que de «amor a primera vista», convendría hablar de «amor al primer olfato». Otras dos hormonas, la oxitocina y la vasoprecina, están detrás del vínculo afectivo y esconden el secreto de las relaciones prolongadas. Amen habla del «oasis del amor», generado por la liberación de oxitocina: esa reconfortante sensación de amar, similar a la de beber tras la travesía del desierto, que a veces puede ser un espejismo.

«El cerebro es como una fábrica de sustancias químicas esperando la llegada del amor», escribe Amen, que nos advierte del potencial y de los riesgos de esa poderosa droga, cuyos efectos son mucho más controlables si lo conocemos mejor.

El autor de Sex on the brain nos invita a viajar a las cuatro grandes regiones del cerebro (frontal, temporal, parietal y occipital) y a las estructuras interiores para ahondar en cada una de sus especialidades. También nos disecciona la corteza somatosensorial para demostrar cómo el área asociada a los pies está junto a la de los genitales, de ahí la connotación fetichista y la efectividad de un buen masaje de reflejoterapia para mejorar la vida sexual. Sin proclamar que los hombres y las mujeres vienen de planetas diferentes, Amen incide en las diferencias de género (los hombres tienen más neuronas, las mujeres más conexiones) y nos invita a conocer mejor el cerebro ajeno (los hombres son más visuales, las mujeres más sensibles) como garantía de unas relaciones sexuales más gratificantes y de un amor más duradero.

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