Compañía Catherine Diverrès
Coreografía y luces: Catherine Diverrès. / Escenario: Teatro Pradillo.
Calificación: ***
MADRID.- Solide está dedicado a los preguntones que siempre nos dejan sin respuesta. La danza contemporánea es un árbol con miles de ramas que no paran de crecer.
La escena vacía es encuadrada por un tapiz blanco, detrás, una gran pizarra vacía que irá rellenándose de palabras como tiempo, formas, peso. etcétera. Éstos son los elementos sobre los que han construido esta pieza abstracta, sin concesiones escénicas ni contenidos emocionales. Pura geometría del cuerpo en relación con el espacio, el ritmo, las leyes dinámicas. Todo eso que entroncó la danza opuesta al clacisismo en el siglo XX.
El recorrido es un cúmulo de apuntes en frases cortas sin continuidad, sin que falte la trascripción de lo aleatorio, ni la atomización expresionista, ni el juego entre la fluidez y la congelación del impulso. Parecen decir: «ahí la tienes, báilala».
Mientras que la acción dinámica del tiempo escénico se complica y el público busca la relación -que la hay- entre la pizarra y el suelo, se oyen citas de importantes teóricos como Merce Cunningham, y se van escribiendo los nombres célebres. No se puede decir que este trabajo sea una exposición de las teorías y los estilos que tomaron cuerpo en Europa a partir del maestro Rudolph Laban. Sí que es, sin embargo, una respuesta a esa persistente pregunta de qué es la llamada danza contemporánea.
La compañía de esta representante de la nouvelle danse francesa de segunda generación -Diverrès bailó en Mudra y trabajó con Dominique Baguet y Kazuo Ohno antes de afincarse en Rennes, cuyo Centro Coreográfico dirige desde 1998-, obedece a una formación de danza académica en su amplio sentido, que le permite dibujar el espacio en líneas siempre concisas, y dejar una estela visual interesante en sí misma. Sus apoyos, sus ligaduras, ya sea enlazadas en trayectos geométricos o frenadas bajo un ritmo estricto de secuencias de formas, tienen en sí mismas la expresión y su poder de significar cosas.
Ése es el gancho que sostiene la atención de todo el público sobre el escenario, aunque no llegue a percibir la capa de teoría que lleva soterrada, y que en este caso aventura un serio trabajo de aprehensión y de recreación colectiva, que se aplaude, desnudo de efectos y con sonido neutro casi siempre. La verdad de la danza gana.
En los años 80, los grupos contemporáneos que pretendían poner en práctica este concepto de la danza abstracta, como combinación de espacio, tiempo, ritmo y energía eran tomados a en muchas ocasiones. Y si se les ocurría integrar la improvisación como generadora de verdadera expresión de danza, se les tildaba de secta en los periódicos. Ahora esto es un valor añadido. Algo avanza.