SERGIO LEVINSKY. Especial para EL MUNDO
BUENOS AIRES.-
Todo estaba tranquilo en La Bombonera. Y llegó Juan Román Riquelme, cedido por el Villarreal para seis meses. Revolucionó el ambiente. Su llegada obliga a tomar decisiones. Él mismo lo reconoció en su presentación: «En la plantilla de Boca me llevo mejor con unos que con otros». Sí tuvo palabras sobre Martín Palermo («trataré de ayudarlo a ser el pichichi»), aunque no se refirió a otro de los generales, el delantero Guillermo Barros Schelotto, con quien estuvo duramente enfrentado antes de emigrar.
Hay una segunda duda: ¿Cómo encajar a Riquelme en un equipo planificado sin un enganche y que funcionó como una máquina en el primer partido del torneo de clausura? El centrocampista tendrá que jugar, porque La Doce, el grupo radical de aficionados, le idolatra. Además, su coste obliga. Boca Júniors ha pagado dos millones de euros. Alrededor de su figura se ha previsto una gran operación de marketing. Orlando Salvestrini, directivo del club, adelantó que se encuentran muy avanzadas las gestiones para lograr el patrocinio de una compañía de telefonía móvil y otra de pizzas.
«La mercadotecnia se basa en dos componentes: pasión y espectáculo. Para esto último no sólo es necesaria la puesta en escena, sino los actores. Nosotros apostamos por el show», insistió Salvestrini.
Riquelme debutará el domingo en La Bombonera ante Rosario Central por la segunda jornada del Clausura, pero se ausentará hoy del difícil debut en la Copa Libertadores (el gran objetivo de la temporada), ante el Bolívar, en La Paz (Bolivia), a 3.600 metros de altura.
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