PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO
WASHINGTON.-
Un escándalo más para la CIA. Esta vez, no tiene nada que ver con torturas o golpes de Estado en el extranjero, sino con pura corrupción. Pero las consecuencias pueden ser peores. Ayer, Kyle Dustin Foggo, alias El sucio, que hasta mayo pasado había sido el número tres de la organización, ingresó en prisión por un escándalo de tráfico de influencias. Para completar el mal día de los espías estadounidenses, David Passaro, un soldado en excedencia contratado por la CIA -aunque sin ser formalmente miembro de ella- fue condenado a ocho años y cuatro meses de cárcel por matar de una paliza a un agricultor afgano, sospechoso de pertenecer a los talibán.
En el caso de Foggo, la acusación se fundamenta en una serie de regalos realizados por el empresario Brent Wilkes, que ya estuvo involucrado en el escándalo que ha mandado a la cárcel al congresista Randy Cunningham, un héroe de Vietnam en el que se inspira el personaje interpretado por Tom Cruise en la película Top Gun.
Entretanto, la Casa Blanca recibió una excelente noticia en el frente judicial gracias al cambio de estrategia legal de Lewis Libby, el ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney. Libby ha renunciado a que Cheney declare en el juicio que se sigue en su contra por su presunta obstrucción a la Justicia en el caso Plame, en el que la Administración desveló la identidad de la agente de la CIA Valerie Plame como represalia contra su marido, Joseph Wilson, un crítico de la Guerra de Irak.
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