FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Los explosivos del 11-M que el juez Del Olmo se negó durante tres años a remitir a la Policía Científica han sido al fin analizados por orden de los jueces que empiezan mañana lo que puede ser un circo o un juicio, ya veremos. Pero lo primero que hay que subrayar es que la clamorosa falta de diligencia que Sánchez Manzano, el juez Del Olmo y la fiscal Sánchez exhibieron para investigar el arma del crimen, es decir, el explosivo que estalló en los trenes, se convirtió en pronto y raudo cumplimiento de la legalidad, remitiendo a la Policía científica la mochila de Vallecas, la Renault Kangoo y demás pruebas creadas o recreadas por esa trama negra que se ha inventado la versión oficial.
La primera sospecha, por tanto, es obvia: ¿por qué se entregan para su análisis al laboratorio de verdad, el de la Policía Científica, los explosivos encontrados o más bien colocados alrededor de la masacre, en mochilas, furgonetas, Leganés, AVE y demás teatros secundarios mientras se le niega el análisis del explosivo central, el que mató a 192 personas, hirió o mutiló a 1.500 y consiguió echar del Poder al Gobierno del PP? ¿Por qué tanto empeño en analizar a fondo cualquier cosa menos el arma del crimen? ¿Y por qué se mandó desguazar los trenes? ¿Por qué se ha intentado impedir que los ciudadanos tengan una idea mínimamente clara y contrastada de lo que estalló y mató a tantos compatriotas?
No sabemos por qué el Gobierno en funciones del PP no ordenó que se investigara el explosivo realmente letal, no el de atrezzo, con las garantías científicas que marca la ley. O puede que sí lo hiciera y no le obedecieran, porque no hay que olvidar que Zapatero había llegado a la Moncloa a lomos de aquella inmensa fabulación. Sin embargo, el juez Del Olmo y demás instancias judiciales anejas sí han tenido tiempo y ocasión de sobra para reparar aquel agujero, y no han querido hacerlo. De hecho, son cómplices objetivos, salvo que nos enteremos de alguna razón o excusa probablemente más graves, del más que presunto delito de Sánchez Manzano, que es el primero, no el único, que aparece en este caso obstruyendo la acción de la Justicia.
Hay un segundo enigma que, en realidad, remite al primero, y que es casi el secreto de la polichinela gubernamental: la trama negra periodística que trata de quitarle importancia al hallazgo científico de Dinitrotolueno en los explosivos de los trenes, pese a que eso invalida la posibilidad de que fuera Goma 2 ECO lo que voló los trenes, que es la versión oficial, y abre la posibilidad de que fuera Tytadine o Goma 2 ECO, explosivos utilizados por ETA, los que realmente perpetraran la masacre. O sea, que Aznar dijo la verdad y lo que hubo después fue un asombroso escamoteo de la realidad. Una estafa desinformativa que dura hasta hoy. O hasta mañana, día en que empieza el juicio. Nos jugamos demasiado en el envite como para no cruzar los dedos o rezar a la Virgen de nuestra devoción.
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