Miércoles, 14 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6268.
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 OPINION
Obituario / SOLEDAD REAL
Pionera del movimiento feminista
ISABEL MUNERA

MADRID.- Cruzó los Pirineos en el invierno de 1939 tras la caída de Cataluña. Con tan sólo 22 años, Soledad Real emprendía como miles de españoles el camino del exilio con la esperanza de regresar algún día a una España donde volviera a respirarse libertad.

En Francia vivió durante algunos meses en los campos de refugiados establecidos en el noroeste francés -Le Poulinguen y Moisdon-la-Riviére-. Sin embargo, pronto las autoridades del país vecino comenzaron a ver a los españoles como una pesada carga. Soledad Real nunca pudo olvidar aquella mañana en la que los gendarmes llegaron al campo con la intención de devolverla a España. Junto a otras de sus compañeras de las Juventudes Socialistas como Isabel Vicente y María Salvo se negó a regresar. Sabía que lo mejor que le esperaba a su vuelta era la cárcel.

Ante la fuerte resistencia de las españolas, los gendarmes les prometieron que las llevarían al campo de Saint Ciprien. Sólo entonces accedieron a subirse al tren. Cuando el ferrocarril paró, comprobaron desoladas que estaban en la estación de Hendaya. Pensaron en fugarse, pero algunas de las mujeres tenían hijos pequeños y no querían abandonarlos. Los gendarmes las empujaron hacia el puente internacional. Soledad se resistió y le arrancaron una manga del abrigo para obligarla a cruzar el camino que la separaba de España. Al otro lado del puente les esperaba la Guardia Civil.

Soledad regresó a su Barcelona natal, pero ya nada era igual. Esta catalana que vino al mundo en 1917 pasó su infancia en el barrio de la Barceloneta donde su madre trabajaba como bordadora. Muy pronto, la pequeña Soledad aprendió a hacer labores de costura con las que trataba de ayudar a la economía familiar. El sueldo de su padre como calderero apenas daba para mantener a la familia. La necesidad de comprometerse se despertó muy temprano en la joven Soledad. Poco tiempo después de que se proclamara la República, se afilió a las Juventudes Comunistas y participó en las labores de acogida a los refugiados de la revolución de Asturias de 1934.

Con el estallido de la Guerra Civil, colaboró junto a otros muchos de sus compañeros de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña (JSUC) en la organización de la resistencia en la Barceloneta. Tras la caída de Cataluña, su breve exilio en Francia y obligada a regresar a España, Soledad Real continuó la lucha contra el franquismo en la clandestinidad. Así participó en el proceso de reconstitución del PSUC y del Socorro Rojo Internacional (SCI).

Su actividad no pasó inadvertida para el régimen y fue detenida junto a Clara Pueyo e Isabel Imbert. Tras recorrer distintas prisiones, fue juzgada en 1944 y condenada a 30 años de reclusión. Pasó 16 años de su vida en distintas cárceles: Les Corts (Barcelona), Torrero (Zaragoza), Madrid, Málaga y Alcalá de Henares. Vivencias que describiría en su libro testimonial Las cárceles de Soledad Real, de Consuelo García. Convencida de que le habían arrebatado la libertad pero de que jamás podrían hacer lo mismo con su vida, continuó en la cárcel fiel a su compromiso político. Participó junto a otras compañeras en la organización de coros y bailes en la prisión para conseguir que el tiempo pasara más rápido. «Improvisábamos con cualquier cosa. Los colchones vacíos los convertíamos en escenarios», recordaba Soledad en una entrevista.

En 1957 le concedieron la libertad pero con la prohibición de volver a Barcelona. Se trasladó a Madrid donde prosiguió militando en el PCE en la clandestinidad y, posteriormente, en el Partido Comunista de los Pueblos de España. Comunista y feminista convencida, se incorporó también al Movimiento Democrático de Mujeres donde siguió luchando por que se escuchara la voz de aquéllas que durante mucho tiempo fueron obligadas a vivir en silencio.

Soledad Real, pionera feminista, nació en 1917 en Barcelona, ciudad en la que murió el 6 de febrero de 2007.

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