VANESSA GRAELL
BARCELONA.-
Unas simples calzas verdes pueden desencadenar multitud de malentendidos, empezando porque las puede vestir tanto un hombre como una mujer. Líos, engaños, venganzas que se sirven en frío, disfraces y falsas identidades son los ingredientes principales de una comedia de enredo clásica y transgresora a la vez, Don Gil de las calzas verdes, que se podrá ver desde hoy y hasta el 18 de marzo en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC).
De la mano de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, uno de los personajes más célebres de Tirso de Molina aterriza en Barcelona: doña Juana o don Gil, depende de la situación. «La obra comienza como un drama de honor para derivar en una comedia», explicó ayer Eduardo Vasco, director del montaje.
Doña Juana es una mujer vallisoletana nada corriente para el Siglo de Oro: desesperada porque su prometido, don Martín, la ha abandonado y lejos de sucumbir al fatal destino de encerrarse en un convento para reparar la vergüenza social, decide vengarse y restituir su honor. La estratagema de doña Juana la travestirá en el galán don Gil, que seducirá a la nueva conquista de don Martín. La actriz Montse Díez interpreta este doble papel, al que se enfrenta mediante «una superposición de máscaras y sin caer en la exageración», aseguró. Según la actriz, lo que podría ser una «excusa de travestismo» -un recurso muy utilizado en la literatura de la época- se convierte en la «declaración de derechos y necesidades» de una mujer para decidir y reivindicar su propio destino.
Don Gil de las calzas verdes levantó un gran escándalo cuando se estrenó en 1615. Además de la temática, incluye escenas de elevado tono humorístico y erótico. A juicio del director, es una «comedia bellísima, de las más armónicas que tenemos en el Siglo de Oro y con un alto grado de poesía». Cuando la tendencia actual es que los clásicos «salgan vestidos del Corte Inglés», Vasco ha querido reforzar la estética barroca de la obra desarrollando «el gusto por contar una historia del pasado en el pasado», señaló.De este modo, ha enmarcado la acción -literalmente- en cuadros de la época, reconocibles e identificables, haciendo que los personajes entren y salgan de ellos.
Unos personajes que «no se tratan como muñecos», sino que hacen gala de cierta profundidad psicológica, sobre todo los femeninos, destacó Vasco. No hay que olvidar que Tirso de Molina es sólo un pseudónimo, detrás del cual se esconde fray Gabriel Téllez, «confesor de las damas pudientes de la época y conocedor de sus lados más oscuros y retorcidos», indicó la actriz Pepa Pedroche, que interpreta a doña Inés, una de las damas que cae prendida de don Gil.
Don Gil es una de las primeras comedias urbanas, en ella se refleja la construcción de la Babel que era en aquel entonces Madrid, cuando se levantó la plaza Mayor y la ciudad era un ir y venir de gentes. Un ir y venir que se refleja sobre el escenario, con constantes equívocos provocados por unas calzas verdes.
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