MIREN ETXEZARRETA
¡La que ha armado este hombre! Su opinión sobre ciertas actuaciones de la Justicia de este país ha desencadenado una tormenta de comentarios. Se le interpela en su derecho a expresarla en público, dado que es un futbolista conocido. ¿Quiere esto decir que cualquier persona mediáticamente conocida tiene que renunciar a manifestar su opinión política? ¿Cómo es entonces que no se suscita el mismo rechazo cuando quien ocupa altas posiciones en los negocios o el deporte cuestiona incluso leyes ya sancionadas por el Congreso? ¿Es que la libertad de expresión existe sólo cuando se manifiesta lo que desean los poderes dominantes?
La rápida repercusión que han tenido sus palabras muestra la fuerza de los medios. Probablemente ni Oleguer ni los modestos periódicos que publicaron su artículo pensaban que tendrían tal difusión. El escándalo suscitado muestra también la intensa presión que ejerce la autocensura social frente a las opiniones políticamente incorrectas. Sobre todo si la persona que lo hace tiene una cierta notoriedad. Se ha logrado crear un entorno de opinión que no acepta que se expresen en público pareceres disidentes. No hace falta recurrir a ningún mecanismo formalmente represor para orientar a la opinión pública en la dirección deseada por el pensamiento más conservador. Y ello a pesar de que es sabido que hay muy amplios sectores de la población que comparten las ideas manifestadas por el futbolista. Una reacción tan agresiva a las mismas, ¿no se deberá a que se sabe que parte de la opinión pública participa de dicha opinión y no se desea que ésta sea expresada?
Aún manifestaciones tan comedidas como las de Oleguer muestran bien las actitudes profundas de otros agentes. Da vergüenza ajena la reacción de Laporta, indicando que si hubieran sabido lo que iba a decir no le hubieran dado la oportunidad de hablar ese día. Y lo dice el presidente del Barcelona (que) es más que un club, que no ha tenido escrúpulos en dejarse utilizar en campañas políticas de todo tipo. O los ilustrados tertulianos que dicen que «no hay que mezclar el fútbol con la política». ¿Es que cualquier persona que ocupa un lugar destacado en la sociedad ha de renunciar a participar activamente en la misma? Oleguer es una persona que tiene una opinión, sea peón, economista -que también lo es- o futbolista, y ha tenido la decencia de expresarla en un momento que él juzga crítico.
Impresionante la reacción de Kelme, cortando la promoción que hace el futbolista de sus productos. Patética actitud de apresurarse a ser más papista que el Papa. ¿A qué poder quieren agradar, de verdad temen que la opinión pública les sancione por utilizar al futbolista? De momento han logrado una respuesta contraria a la salvaguarda de su sacrosanto negocio. No todos los españoles son tan fundamentalistas como los dueños de Kelme, y compartiendo o no las posiciones de Oleguer, quizá hubieran comprado sus zapatillas porque éste juega bien al fútbol.
Estos hechos muestran lo lejos que estamos de la democracia.Es manifiesta la incapacidad de aceptar posiciones distintas.Al contrario, se censuran con dureza. Se afirma que todo el mundo tiene derecho a expresarse libremente, pero se salta a la yugular de aquellos cuyas opiniones no se comparten. Menos mal que personas como Oleguer ignoran estas reacciones y expresan su opinión, a pesar de las consecuencias negativas que ello les pueda acarrear.Toda una lección de civismo y dignidad. Afortunadamente hay muchas personas en este país que le agradecen que la haya expresado públicamente, aunque asusta la agresividad de la reacción frente a esta manifestación de responsabilidad, nobleza y libertad.
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