MARCOS-R. BARNATAN
Como el país invitado, Corea ha dado en ARCO la gran sorpresa. Los comisarios han elegido con una inusitada pluralidad a los artistas y a las galerías. Es algo que diferencia esta de otras selecciones anteriores mucho más monótonas. No hay lugar para el aburrimiento porque los coreanos podrán ser buenos o malos, pero no son idénticos como podría pensarse. Para hacer su arte hacen uso de las más tradicionales artesanías y de las técnicas de última hora, y sus materiales son de una diversidad abrumadora: porcelanas reconstruidas y manipuladas, collage, fotografía, vídeo, pintura, los viejos trucos ópticos renovados, la holografía, las lentejuelas de colores y hasta los negros recortes de los neumáticos.
Al público selecto de ayer le entusiasmaron los animales neumáticos de Yong Ho Ji , en la galería Gana Art, un uso curioso que ya vimos en una artista mexicana hace unos años. Aquí hay unicornios y toros, mutantes que dejan ver en su piel las huellas de ruedas desmadejadas.
Otra sorpresa nos la dio U-Ram Choe, creador de unos inquietantes insectos mecánicos de complicada estructura que se abren como flores carnívoras y son máquinas metálicas misteriosas. Está en la galería IHN, y no es fácil eludirlo. En ese stand exhibe sus ilusiones ópticas Sung-Chul Hong, un extraño mestizaje de imágenes que pretenden ser analógicas, pero que consiguen superar el chiste para lograr cierta turbación.
La galería Arario reúne artistas muy diversos, desde la pintura casi minimalista de lo cotidiano del chino Zeng Hao, hasta las chirriantes miniaturas de humanoides encerrados en un frasco de Dongwook Lee, un hacedor de bonsais de Seúl, pasando por los biombos de seda de Yoonyoung Park, tatuados con un fino dibujo de tinta china.
Un coreano que trabaja en los Estados Unidos es Kang I-Joong, autor de un mural hecho con pequeños fragmentos que ocupa una pared de la galería Hakgojae, uno de similar factura pero gigantesco está desde el año 2000 en el aeropuerto internacional de San Francisco. Sus Happy World no son como para producir un síncope, pero bien podrían entrar en los record del libro Guiness.
Para fascinar a los espiritualistas está Noh,Sang-Kyoon en la Galería Simon, un artista que repite la imagen de Buda en unas grandes y brillantes esculturas revestidas con lentejuelas de colores; con un material similar construye también sus mandalas que invitan a la instrospección. Y un coreano que reside desde hace unos años en Madrid y que expuso ya entre nosotros, Eok Seon Kim, muestra tambien una de sus enigmáticas cajas geométricas.
Estos son sólo algunos ejemplos de algunas piezas que me han llamado la atención y que pueden ser referentes para viajar por unas horas al arte coreano. Tengo la sensación que en ese pequeño país hay una gran ebullición creadora y buenos canales de distribución de lo que se produce, y eso es muy alentador. Hay una frescura, una irreverencia a veces casi adolescente, incluso algún exceso erótico, que no vemos en otros artistas emergentes europeos. Asia es algo más que una gran fábrica, tiene una cantera artística muy rica, de la que sólo vemos la punta del iceberg.
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