Jueves, 15 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6269.
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 CULTURA
57ª EDICION DEL FESTIVAL DE CINE DE BERLIN
Estética y entretenida adaptación del cómic de Frank Miller '300'
Esta propuesta trepidante ha sido contrarrestada con un engendro alemán titulado 'Yella' y con la evitable 'Beaufort', de Joseph Cedar
CARLOS BOYERO. Enviado especial

BERLIN.- Frank Miller, autor de la poderosa, violenta y sombría estética del cómic Sin City, se apasionó por la historia del rey Leónidas y sus 300 mitológicos guerreros cuando vio de crío la película El león de Esparta. Consecuentemente ha rendido homenaje en su obra a su leyenda favorita, reviviendo en el cómic 300 la hazaña de esos héroes espartanos que sabiendo que la victoria era imposible debido a la brutal diferencia numérica con sus enemigos persas consiguieron diezmar al todopoderoso ejército del emperador Jerjes.

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El director Zack Snyder, cuya película de terror Amanecer de los muertos, que yo no he visto, se ha convertido en un título de culto para los especialistas del género, frikies, modernos y otras tribus de la cinefilia, acaba de adaptar el venerado tebeo de Frank Miller en la vistosa y muy entretenida 300. Al final de la proyección se han mezclado algunos tibios aplausos con una mayoría de convencidos abucheos. Tengo dudas de si los segundos obedecen a algo al parecer tan intolerable como que en un festival con vocación de trascendencia aparezca una película que pretende ser espectacular, dinámica y épica, o bien a que la muy sentida apología que hace del honor, la guerra y la necesidad de morir defendiendo a la patria contra la tiranía supone un mensaje políticamente incorrecto para los bienintencionados profesionales de la ortodoxia.

En cualquier caso, yo me lo he pasado razonablemente bien con esta estética oda a los concienciados kamikazes, con esas impresionantes secuencias de batallas en las que el trabajo de ordenador creando escenarios que son virtuales pero que además de parecerte reales están perfectamente integrados en la acción, con el cuidado diseño de los monstruos, con ese afectado emperador Jerjes que parece un travesti gigantesco, con el ingenio y la temeridad de esos arrogantes soldados espartanos que se enfrentan al ogro inflexiblemente convencidos de su obligación de morir matando. No doy cabezadas en la butaca, sigo con interés lo que me están narrando en la pantalla, no me conmuevo especialmente con el sacrificio de este aguerrido ejército, pero tampoco me aburro. Todas estas cositas, aunque no alimenten al espíritu ni supongan el colmo de la fascinación, se agradecen profundamente en medio del atracón de cine vocacionalmente espeso y con permanentes afanes intelectuales.

La peor alternativa

Las alternativas que nos han ofrecido en esta jornada al cine trepidante que representa la norteamericana 300 ha sido un engendro alemán con militancia psicologista que se titula Yella. Comienza con el acoso de un desesperado marido a la aterrorizada esposa que pretende abandonarle y escapar lejos; ese arranque, que al menos resulta comprensible, se agota a los 15 minutos de proyección con el provocado accidente de coche del celoso suicida, que de paso también obliga a su mujer a acompañarle al otro barrio. A partir de ese momento todo es tan incomprensible como disparatado.

Espero que los cursis y los sesudos no intenten justificar tanto desatino en su percepción de que el director está combinando la realidad y la fantasía, juega con el espacio y con el tiempo y demás inexcusables tonterías. La única sensación auténtica que le asalta a cualquier espectador sensato es escapar a toda leche de ese tedioso sinsentido, arriesgarse a pillar un catarro en la helada calle antes de seguir soportando semejante tortura.

En cuanto a la película israelí Beaufort, dirigida por Joseph Cedar, está ambientada en la retirada del ejército judío en el sur del Líbano y cuenta la explosión que se ven obligados a hacer sus soldados de una fortaleza militar que tenía valor de símbolo y en la que habían permanecido durante 18 años. El género bélico se puede abordar como lo hace Clint Eastwood en Cartas desde Iwo Jima, haciéndote comprender y compadecer la tragedia de esos soldados, o logrando, como en Beaufort, que te desentiendas absolutamente del miedo y de la angustia de sus protagonistas. No es un problema de géneros, sino del talento al abordarlos.

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