BARCELONA- El vestuario del Barcelona firmó ayer su particular armisticio, mucho más mediático que real. De momento, una simple tirita ha servido para taponar la abundante salida de sangre. La hemorragia seguirá su curso, esta vez oculta, en el interior del organismo del vestuario azulgrana. Sólo se entenderán las consecuencias cuando el próximo mes de junio, alguno de los tres protagonistas de la crisis más virulenta del Barça en los últimos cuatro años, decida huir del Camp Nou. Quien ha salido peor parado de esta crisis ha sido el propio jefe del vestuario, Frank Rijkaard, que ha visto cómo el presidente Joan Laporta le ha dado la espalda cuando más le necesitaba.
Samuel Eto'o, pese a calificar de «malas personas», sin citarlos, a Rijkaard y a la estrella mimada del equipo, Ronaldinho, y a Sandro Rosell no recibirá ninguna sanción por parte del club. El presidente Joan Laporta, íntimo amigo del camerunés, instó a Rijkaard durante el transcurso de una cena la noche del martes a que el asunto no pasara a mayores. Oficialmente, ha sido el holandés, con el beneplácito del secretario técnico, Txiki Begiristain, el que ha pedido que no se le imponga ningún tipo de medida disciplinaria a Eto'o, quien acabó publicitando la paz dándose un abrazo con Ronaldinho.
En una jornada marcada por innumerables reuniones en las cavernas del Camp Nou, el encuentro final de una hora entre Rijkaard y el secretario técnico, Txiki Begiristain, sirvió para dejar el conflicto zanjado por ahora y sin sanciones para el camerunés. «Damos por cerrado el asunto de las declaraciones de Eto'o contentos por cómo se ha resuelto. Confiamos en la autogestión del vestuario», comenzó Txiki, quien inmediatamente después, por si acaso, quiso dejar claro que Rijkaard sigue al mando de las operaciones. «Él ha sido quien nos ha pedido que no haya sanciones». El secretario técnico admitió que la salida de tono de Eto'o fue un «error por una ausencia de diálogo», pero, como ya hiciera Joan Laporta, justificó al nueve: «Hay que valorar sus ganas de jugar después de la lesión».
A la izquierda de Begiristain, Rijkaard, cariacontecido, en ningún momento excusó a Eto'o y volvió a insistir en que el camerunés se negó a jugar los últimos cinco minutos contra el Racing. «No me arrepiento de haberlo dicho», dijo el holandés cuando le preguntaron por qué desveló ante los medios el desplante del futbolista. Además, tampoco valoró que Eto'o dijera en la madrugada de ayer que no se refería a él cuando le llamó «mala persona». «Hay libertad de expresión. No he esperado que pidiera disculpas», espetó Rijkaard.
De cara a la galería, Rijkaard insistió en que la crisis ha sido «una buena noticia» porque «el vestuario se ha unido otra vez». «Ahora hay que mirar hacia adelante. Esto afectará al equipo, pero en sentido positivo. El vestuario ha demostrado que es un gran grupo», dijo el holandés.
El arduo ejercicio que supuso la pacificación del vestuario comenzó mucho antes, sobre las 8.45 horas, cuando Puyol apareció por el Camp Nou para desayunar. El capitán no fue el primero en llegar, puesto que en el vestuario se encontró con Eto'o. Hablaron y se hizo evidente que el camerunés quería pasar página. Ahí se empezó a fraguar la operación Kofi Annan.
Como si del ex secretario general de la ONU se tratara, el central empezó un maratón de reuniones con los muchos damnificados que había dejado el camerunés. Primero charló a solas con Rijkaard. El técnico le transmitió su intención de zanjar el tema sin escándalos, y entonces llegó el momento decisivo de la mañana: Eto'o y Ronaldinho se dispusieron a hablar del affaire en presencia de los otros dos capitanes (el brasileño tiene ese estatus), Xavi y Puyol.
La decisión fue clara: aquí paz y después gloria. La versión oficial era que Eto'o malinterpretó las palabras de Ronaldinho, y que entre ellos había faltado comunicación. Respecto a la negativa de Eto'o a jugar el pasado domingo, el acto de fe fue mayor: Puyol aceptó la teoría de que el ariete precisa más de 15 minutos de calentamiento para jugar -pese a que contra Osasuna se conformó con siete-. A continuación, el resto del equipo escuchó las explicaciones de los capitanes y Eto'o.
El entrenamiento se convirtió en una sobreactuada escenificación de la paz: Ronaldinho fue a abrazar a Eto'o y hasta Rijkaard se prestó al fotomontaje peloteando con el camerunés durante unos instantes. Las explicaciones oficiales llegaron en la rueda de prensa, con Puyol de protagonista y la presencia de hasta cinco responsables de comunicación del club. «Ha habido un malentendido. Ronaldinho en ningún momento quiso atacar a Eto'o», explicó el capitán. «Tienen buena relación, ambos lo dan por solucionado y sus palabras eran sinceras», añadió.
Además, el capitán negó que existan dos grupos en el vestuario -«eso son cosas que están fuera del club, dentro del vestuario vamos todos a una»- y explicó que el grupo está unido. «En este vestuario no hay ninguna bomba, estamos unidos y lo demostraremos». De momento, el Barcelona se aferra a las apariencias.
