Javier Gómez Bermúdez (Alora, Málaga, 1962) se sentará hoy en el sillón desde el que presidirá el juicio por los atentados del 11-M sin que se hayan despejado todas las dudas sobre la corrección de su nombramiento como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.
La Sección Séptima de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, que tenía previsto resolver ayer mismo la tercera impugnación de su elección para el cargo, decidió llevar el asunto al Pleno de la Sala, que no se reúne hasta el día 20.
El juicio del 11-M comenzará, por tanto, con un Tribunal cuyo presidente -y ponente de la sentencia- está pendiente de lo que decida el Supremo, que ya ha anulado por dos veces su designación para dirigir la Sala de lo Penal de la Audiencia.
Desde el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) se había urgido al Supremo a que se pronunciara sobre el incidente de ejecución pendiente antes de que comenzara la vista del 11-M, con el fin de que ninguna sombra de sospecha exista sobre la composición del Tribunal.
Si se volviese a anular el nombramiento -hipótesis con la que esta vez no se cuenta en el CGPJ-, Fernando García Nicolás pasaría a presidir el juicio, habría que incorporar a otro magistrado y debería reasignarse la ponencia. Para el Consejo, la relevancia del proceso sobre el 11 de Marzo hubiera merecido un esfuerzo del Supremo para que la incógnita quedase desvelada antes del inicio del juicio y para evitar una modificación del tribunal una vez comenzada la vista, lo que obligaría a repetirla.
Pero los designios de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Supremo son inescrutables. Nadie del CGPJ esperaba en mayo de 2006 que el Alto Tribunal inaugurase su doctrina sobre la necesidad de motivar los nombramientos judiciales con un cargo tan delicado como el de presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, pieza clave en la lucha contra el terrorismo.
Gómez Bermúdez encajó el fallo con fair play la primera vez. Y también la segunda, cuando seis meses después la misma Sala volvió a anular el nombramiento apreciando un nuevo defecto de motivación del CGPJ. La procesión iría por dentro, pero Gómez Bermúdez no movió un solo músculo y continuó trabajando.
«¿Siente limitada su independencia para presidir el tribunal del 11-M con la presión de algunos sectores?», la preguntaron hace unos meses. «Los jueces somos unos profesionales de la presión, y más los jueces de la Audiencia Nacional. Por tanto, no va a influir en mi decisión», contestó.
Bermúdez está acostumbrado a remar contracorriente. Joven, ambicioso y eficaz, es un juez moderno que trata de funcionar con esquemas de empresa privada, solucionando los problemas pese a las inercias de la burocracia. Es una rara avis entre el funcionariado, al que no le importa echar muchas horas a su tarea, y un enamorado de las nuevas tecnologías, que aprovecha con fruición.
Presume de ser transparente, lo que le distingue de la mayoría de sus colegas en sus relaciones con la Prensa. No sólo encaja las críticas, sino que se esfuerza en explicar su postura. Y críticas no le han faltado desde su llegada en 2002 a la Audiencia, donde empezó a destacar como juez de vigilancia penitenciaria con la aplicación de criterios de mano dura con los terroristas.
Sus detractores le reprochan los métodos expeditivos que ha utilizado para cambiar la cara de la Sala de lo Penal, desprendiéndose de magistrados veteranos que han marchado a otros destinos o han pedido la baja. El cambio de carácter de las Secciones, que han pasado a ser funcionales en vez de orgánicas, le permite, además, mover a los magistrados para conformar los tribunales.
Su llegada a la Audiencia también ha supuesto la innovación de criterios jurídicos. La interpretación de que la sola presencia de la acusación popular no basta para abrir el juicio oral en un procedimiento abreviado le sirvió para exonerar al banquero Botín en el caso de las cesiones de crédito del Banco Santander.
En alguna ocasión, sus construcciones jurídicas han sido rectificadas por el Supremo, pero propiciaron relevantes cambios de doctrina. Así sucedió con motivo de la refundición de penas al jefe del comando itinerante de ETA, que dio lugar a la doctrina Parot.
Con presiones o sin ellas, es seguro que Gómez Bermúdez no se dejará impresionar en el trascendente juicio que hoy comienza. Experiencia en macroprocesos y conocimientos del terrorismo islámico no le faltan: presidió la vista contra la célula española de Al Qaeda y el celebrado contra el llamado comando Dixan.