Jueves, 15 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6269.
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No hay verdad que no haya sido perseguida al nacer (Voltaire)
 ESPAÑA
FERNANDO GARCIA NICOLAS
La veteranía es un grado
C. REMIREZ DE GANUZA

MADRID.- En un órgano como la Audiencia Nacional, donde brillan con tanta fuerza como intermitencia los jueces estrella, la veteranía es un grado en el que el silencioso y opaco Fernando García Nicolás se lleva todas las medallas.

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Ni grandes escritos ni sorprendentes sentencias: el que fuera juez de distrito antes que de carrera, que lleva presidiendo la Sección II de la Sala de lo Penal desde 1997 y que va a enjuiciar la masacre terrorista más grave de la Historia de España, es un hombre de perfil plano.

A sus 64 años, el tercer magistrado más antiguo de la casa -tras su amiga Angela Murillo y Manuela Fernández Prado- arrastra una salud algo quebradiza que durante los últimos años ha imprimido en el gobierno de la Sección un ritmo lento pero constante e implacable.

Fue durante un desplazamiento profesional a Málaga cuando sufrió un aneurisma de aorta que le dejó un mes en coma y que precisó de una delicada intervención quirúrgica. Sus compañeros de Sala renunciaron a tomar aperitivos con él y le regalaron unos palos de golf, con los que se inició en su actual afición deportiva.

El juicio de la Operación Nécora -en el que la instrucción de Garzón contra el narcotraficante Laureano Oubiña quedó reducida a un delito económico, aún devaluado luego por el Supremo- y la reiterada revocación de los autos del juez Gómez de Liaño en el asunto Sogecable, le granjearon algunas polémicas a las que respondió con distancia y una aparente abulia. La misma con la que respondió a una denuncia de otro de sus compañeros, Ventura Pérez Mariño, tras la absolución del traficante sirio Al Kassar.

De carácter algo apagado y melancólico, García-Nicolás tiende a evitar el conflicto y, ante retos escénicos como el del etarra Kantauri en 2002 -«¡esto es un circo, quiero salir»!-, expulsa al acusado de la Sala.

Padre de tres hijos y casado en segundas nupcias con una funcionaria que trabaja en la propia Audiencia -en la secretaría del decanato-, el magistrado es hombre respetado por sus compañeros y poco dado a las relaciones con los periodistas.

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