Jueves, 15 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6269.
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AQUI NO HAY PLAYA
De Juana Chaos desfila en Cibeles
David Torres

Hay esqueletos y esqueleto. Desde los grabados medievales, cuando las carnes eran símbolo de opulencia, de gula y otros pecados capitales. Ahora las carnes son símbolo de todo lo contrario, de mala alimentación, de repostería barata y falta de dieta. Da miedo pensar que, hace medio siglo, sin ir más lejos, Marilyn Monroe lucía tripita. Hasta para dictadores todoterreno se llevaba el modelo gordito y bajito, tal como nos querían nuestras abuelas, con michelines y lorzas. Cómetelo todo, niño, no dejes nada en el plato. Así, gracias a la perseverancia de madres y abuelas, se consiguieron fenotipos como Mussolini, Stalin, Hitler o Franco: enanos capaces de aguantar la respiración durante una reunión de ministros para que no les reventaran los botones de la guerrera y les salieran volando las medallas. Luego se subían a un cajón para dar el discurso y se dedicaban a dominar el mundo sin que les importara un ápice que al sastre, para medirles, le fuera más fácil saltarles que darles la vuelta. Eran monstruos de la Marvel igual que las tías buenas de entonces. Ava Gardner o Lana Turner tenían tantas curvas encima y tan bien puestas que para salir con ellas primero tenías que sacarte el carné de piloto de carreras. Hoy, las nuevas diosas de la belleza (las que desfilan por la Pasarela Cibeles con esa cara de mala leche de quien no ha comido bien desde la primera comunión) no tienen curvas sino ángulos.

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Un amigo maldiciente me aseguró que desde que la moda está en manos de los homosexuales, las mujeres ya no son vistas en las pasarelas como mujeres, sino como perchas. Puede ser. Lo que importa es que luzca la ropa, no ellas. Ava Gardner en Cibeles sería un fiasco: daría igual que se pusiera un abrigo de visón, un biquini o una fregona en la cabeza. Todos mirarían lo mismo, ya fuera con deseo o con envidia. En cambio, cuando pasa uno de estos tristes espectros alicatados que en vez de piernas lleva hilos colgando, no queda más remedio que mirar lo que lleva puesto. Dan ganas de invitarlas a cenar en Viridiana. Si no fuese por las luces y los fogonazos de los fotógrafos, uno pensaría que en vez de a un pase de moda está asistiendo a un desfile de cadáveres en Treblinka.

Sin embargo, todo el mundo dice que están sanas, que el 18% de masa corporal basta y sobra. No se entiende cómo unos médicos dan el visto bueno a las chicas Treblinka y otros dicen que De Juana se está muriendo de hambre. Con su palmito y su apellido de poetisa mística o de Miss Donostia, el tío podría desfilar en Cibeles. Pero esa foto de portada donde se le ve aguantando la respiración y escondiendo tripita mide la distancia que va de ayer a hoy. A Franco le daba igual enseñar los mofletes, mientras que De Juana quiere mostrar sólo el esquema, el croquis esencial del monstruo. Como un grabado medieval: nada más que la calavera y los huesos.

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