Carlos García-Calvo
Ayer llegó una cordura muy necesaria a Cibeles y con Miguel Palacio vimos algo que más que prêt-à-porter era ese prêt-à-couture o casi-costura que arrasa en ciertas pasarelas internacionales. Su colección parecía destinada a mujeres de huesos frágiles del tipo de Jackie Onassis y su hermana Lee Radziwill, de ésas a las que les gusta vestir de niña pequeña eternamente. Sus vestiditos cortos de talle alto, con esas cansinas manguitas farol que entraron en nuestras vidas con el resurgir de la moda del I Imperio, eran espectaculares. Algunos tenían reminiscencias de Lydia Delgado y su pasión por los adornos en azabache, otros de una colección de Prada de hace dos temporadas, en las que la gran Miuccia mezclaba bordados suntuosos con otros de artesanía popular hábiles.
Jesús del Pozo hizo desfilar a sus modelos por un romántico paisaje nevado de los que ya sólo se ven en las películas. El madrileño ha introducido en su repertorio clásico una estupenda falda pantalón que vimos una y otra vez conjuntada con jerséis y chaquetas en tonalidades boscosas que se ajustaban al cuerpo.
Inciso muy necesario: se está abusando de las manguitas cortas o de farolillo para el invierno próximo, sobre todo en prendas de abrigo y de piel de pelo largo, cuando resultan francamente absurdas. Por mucho que se pongan las mujeres guantes como los de Rita Hayworth en Gilda siempre habrá un trozo de brazo congelado.
El desfile de David Delfín tuvo lugar en medio de una supuesta mudanza y sus primeras salidas estaban confeccionadas con la borra que se emplea para los embalajes. La colección giró en torno a tres temas: el clásico traje masculino, la trinchera, el tailleur y el esmoquin. Hubo grandes aciertos: dos trajes de noche espectaculares, uno de rayas y otro de gabardina; un conjunto de falda y poncho en borra; y un chaquetón en ojo de perdiz gigante. Los chicos y las chicas desfilaron con unas maravillosas esculturas realizadas a partir de los muebles Thonet, originales de Pablo Reinoso.
Las propuestas de Amaya Arzuaga en materiales tan sofisticados como el papel de seda y la lana plastificada o el plástico guateado fueron incluso más desconcertantes que las de sus colecciones anteriores. Todas las modelos llevaban una auténtica cola de caballo enroscada al cuello y más de uno de sus vestidos de cóctel estaba decorado con largas crines.
Después de un comienzo de gran severidad entre estricta fraülein y Mary Poppins en día festivo, Lydia Delgado presentó unos modélicos trajes de cóctel en raso charmeuse bordado en azabache a los que acompañó de americanas de esmoquin, detalle de gran chic.
Victorio & Lucchino cerraron el tercer día de Cibeles con sus colecciones para hombre y mujer. Diseños muy comerciales que carecían, sin embargo, de su empaque habitual. Comentábamos ayer que parecen haber perdido esa joie de vivre que tenían cuando eran los reyes de Gaudí.
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