PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO
WASHINGTON.-
Una de cal y otra de arena. Así planteó el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, su política hacia Irán. En una larga rueda de prensa, Bush entró directamente en la cuestión de si Teherán ha estado proveyendo de explosivos sofisticados a los insurgentes iraquíes, y lanzó un mensaje inequívocamente ambiguo.
Por un lado, Bush declaró que hay evidencias de que algunas de esas armas están pasando de Irán a Irak, y la operación está siendo dirigida por elementos del Gobierno iraní. Por otro, declaró que no saben «si los líderes de Irán han ordenado» esas operaciones. Finalmente, se negó a explicar cómo piensa EEUU contrarrestar esa presunta amenaza, aunque sentenció: «Vamos a proteger a nuestras tropas».
Con esas declaraciones, el jefe del Estado y del Gobierno estadounidense adoptaba una posición salomónica dentro de su propia Administración. El domingo, Washington explicó que Teherán ha dado explosivos sofisticados a las guerrillas iraquíes que han causado la muerte a 170 militares estadounidenses en Irak, lo que supone el 6% de las víctimas mortales estadounidenses en el conflicto. Pero el martes, el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor de EEUU, el general Peter Pace, cuestionó la fiabilidad de esas informaciones.
Fuerza Quds
Bush declaró ayer: «Sabemos que la Fuerza Quds ha sido instrumental para proveer esos mortíferos Artefactos Explosivos Improvisados [IEDs, según sus siglas en inglés] a redes dentro de Irak». La Fuerza Quds es la rama de los Guardianes de la Revolución iraníes especializada en operaciones de sabotaje fuera de sus fronteras. De hecho, el término Quds significa Jerusalén en farsi, lo que deja pocas dudas acerca de cuáles son sus objetivos.
EEUU cree que este grupo es responsable, junto con la organización terrorista libanesa Hizbulá, de los atentados suicidas que costaron la vida a 241 soldados estadounidenses y a 58 franceses en el Líbano. Los Guardianes de la Revolución son, a su vez, unas Fuerzas Armadas separadas de los cuerpos de defensa regulares de Irán y con un compromiso ideológico mucho mayor con la Revolución islámica.
Pero Bush también dijo: «Si Ahmadineyad ordenó al Quds hacer esto o no, no lo sabemos». Aunque matizó: «¿Qué es peor? ¿Que el Gobierno lo sepa o que no lo sepa?». Tras dejar a los periodistas con la duda, Bush se fue a comer con el secretario de Defensa Robert Gates, que acababa de regresar, precisamente, de un viaje por la región, aunque antes volvió a expresar su preocupación sobre el programa nuclear de Irán, que sería «muy peligroso» en el caso de que llegara a producir bombas atómicas. No obstante, tampoco en ese terreno Bush hizo comentario alguno sobre posibles acciones de EEUU.
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