Jueves, 15 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6269.
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 OPINION
Obituario / ALEJANDRO FINISTERRE
Inventor del futbolín y gran editor literario
Durante décadas, se ha volcado en mantener el legado y la memoria del poeta León Felipe
HORACIO ACEVEDO

Acostumbrados como estamos a creer, gracias al cinematógrafo, todas las historias posibles, nos cuesta imaginar que la vida real de algunas personas logre superarlas. Sin embargo, esto es evidente ante la vida de Alejandro Campos Ramírez, más conocido como Alejandro Finisterre.

Como bien pudimos comprobar cuantos le conocimos, Alejandro fue, anto todo, un caballero, una persona movida en muy alto grado por una sincera preocupación por los demás, sin ningún afán de notoriedad. Sólo así se explica, por ejemplo, el origen del futbolín, juguete que alumbró su imaginación, a finales de los años 30, mientras daba vueltas a cómo podía aliviar la tristeza de los niños mutilados por la Guerra Civil que le acompañaban en su convalecencia en las dependencias hospitalarias del Monasterio de Montserrat. Allí fue trasladado para curar las heridas que le causó una bomba durante el asedio de Madrid en noviembre de 1936.

Este caballero español, que nunca dejó, por ello, de ser y de presumir de gallego -fue académico de la Real Academia Gallega- tuvo a lo largo de su vida una preocupación casi obsesiva por reconciliar a las dos Españas. Acabada la guerra, se vio obligado a exiliarse en Francia (en el camino perdería los documentos que acreditaban que suya era la patente de ese gran invento, hoy casi unversalizado, que es el futbolín). En el país galo fue promotor desde la secretaría de redacción de L Espagne Republicaine, entre 1947 y 1949, del primer acuerdo político para intentar lo que después se llamaría Transición. De cómo se produjo ésta en los años 70 él disfrutaba realmente («republicanamente», decía él entre bromas, al pensar que sería recordado como uno de los «abuelos de la Transición»).

Posteriormente, vivió en varios países de Suramérica, como Ecuador, Guatemala y México. En este último promovió y coordinó en 1974 un encuentro de intelectuales españoles destinado a tender puentes entre los autores que vivían en el país y los del exilio. La reunión (en la que participaron, entre otros, Francisco Giner de los Ríos o Celso Emilio Ferreriro) fue también un homenaje a León Felipe y culminaba una intensa labor editorial de Alejandro Finisterre, que había fundado en Quito en 1952 Ecuador 0º 0 0 , Revista de Poesía Universal, que pronto se convertiría en una importantísima colección poética editada en Guatemala y México, y que dio acogida a un millar de títulos, entre los que se encuentran las primeras obras de los hoy ilustres protagonistas del boom latinoamericano. Además, hay que recordar la creación en México DF de Finisterre Editor Impresor, un proyecto editorial que atendió, preferentemente, a obras de exiliados españoles.

Pero esa preocupación por los demás y esa obsesión por reconciliar a las dos Españas tuvo su más notorio reflejo en los esfuerzos que dedicó en sus últimos 40 años de vida a la recuperación y cuidado de los legados de León Felipe y Juan Larrea. Legados a los que impidió que acabaran cumpliendo su destino lógico, que en el primer caso sería, como el de tanto otros, el de los fondos de alguna universidad norteamericana, y, en el segundo, el del secuestro en el que lo mantenía un fiscal de la Corte Suprema del Gobierno del general Videla, rescate en el que Alejandro y su esposa María Herrero arriesgaron sus vidas.

El legado de León Felipe, gracias a él, ha quedado en posesión del Ayuntamiento de Zamora y, por tanto, de todos sus ciudadanos. Cabe esperar que esta ciudad llegue a ser consciente de que tiene en sus arcas una llave maestra de la poesía para abrir la puerta a la intensificación de la fraternidad entre España e Hispanoamérica.

Alejandro Finisterre tuvo que soportar verse envuelto, a menudo, en temporales de calumnias y defenderse de ellas como Dios le dio a entender, tal como prueba también un último texto-denuncia sobre «El maltrato a León Felipe en su legado», dirigido al pueblo de Zamora y donde se defiende de la mar arbolada en que parece haberse convertido la recepción de dicho legado por las fuerzas «vivas», demasiado «vivas», de la ciudad.

Confieso, como testigo de la última muestra de su preocupación por los demás, su carácter concreto, cercano y nada pantalleiro, como dicen en su tierra natal. Esa muestra fue la de su definitivo adiós, pues a los que tuvimos la suerte de estar allí, y sobre todo, la de la soprano María Herrero, su inseparable compañera en los últimos 40 años, que no nos dejó oportunidad para sentir ningún tipo de tristeza, sino sólo la intensa alegría de vivir que transmiten las maravillas, una maravilla como la de un caballero español de Finisterre «arrojado al mar desde el Duero».

Alejandro Finisterre, editor literario e inventor del futbolín

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nació el 6 de mayo de 1919 en Finisterre (La Coruña) y falleció el 9 de febrero de 2007 en Zamora.

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