Jueves, 15 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6269.
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EL ZOO DEL SIGLO XXI / CESARE MASSANO
El abuelete astronauta
El jubilado italiano que 'volará' al espacio en abril dentro de un programa para investigar los efectos de la ausencia de gravedad
IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal

ROMA.- La mayoría de los mortales se conformaría con celebrar su 93 cumpleaños soplando tranquilamente unas velas colocadas sobre una irresistible tarta. Pero para Cesare Massano se trata de una idea demasiado ortodoxa. Este abuelete italiano, que el próximo 6 de abril alcanzará tan venerable edad, tiene otros planes bastante más excitantes. Pocos días después de cambiar de dígito se subirá en una nave SpacheShip Two Explorer y desde el cuartel general de la NASA en Cabo Cañaveral, en Florida, partirá para un breve pero intensísimo viaje orbital por el espacio. Quién se lo iba a decir: a sus años, este anciano está a punto de convertirse en astronauta.

«Ni yo mismo me lo hubiera imaginado nunca... Pero deje claro en su artículo que no soy uno de esos turistas espaciales, sino que voy a participar en un experimento cien-tí-fi-co», se apresura a subrayar don Cesare en declaraciones a EL MUNDO. «Y haga el favor de hablar más alto, que a mi edad los oídos ya no son lo que eran».

La aventura cósmica de este ex empleado de la Fiat comenzó el año pasado, cuando este vejete se encontraba en su casa de Turín leyendo plácidamente el periódico. De pronto, sus perspicaces ojos observaron un anuncio en el que se solicitaban voluntarios para un viaje orbital destinado a estudiar los efectos de la ausencia de gravedad en las personas ancianas. «Siempre he sido una persona curiosa. Siendo niño me enseñaron que la curiosidad era la madre del saber, y esa es una lección que jamás he olvidado. Sigo siendo curioso. Así que cuando leía aquel anuncio me pareció que era la ocasión perfecta para saciar mis ansias de conocer cosas nuevas», nos cuenta.

Rápidamente, cogió el teléfono y se puso en contacto con Spaceland, una empresa privada que se dedica a investigar los efectos de los vuelos espaciales. «Cuando me ofrecí voluntario para efectuar un viaje espacial y les dije la edad que tenía no se lo creían, je, je», se regodea. Sin embargo, superó con éxito los exámenes médicos que le fueron practicados, incluidas varias pruebas atléticas. «Yo, que no he corrido una carrera en toda mi vida», se jacta. Aunque don Cesase admite que siempre ha hecho deporte: bicicleta, natación, pesca submarina... Y a sus años, aún trabaja asiduamente en su pequeño huerto.

Quizás ahí radica parte del secreto de las excepcionales condiciones físicas de la que disfruta a su más que avanzada edad, a lo que cabe añadir que no bebe, no fuma, come sólo de manera frugal. En lo que respecta a la envidiable lucidez mental que exhibe este nonagenario, la clave se encontraría en su insaciable apetito... de conocimiento, que le empuja a mantener siempre activo el cerebro y a leer sin descanso. «Soy absolutamente autodidacta», precisa. «Todo lo que sé lo he aprendido por mi cuenta y riesgo».

La odisea espacial en la que ahora está a punto de embarcarse va a suponer una durísima prueba para su cascado organismo.

Vestido con un galáctico traje biomédico, realizado con un tejido especial y dotado de sensores que trasmitirán a la base información sobre sus parámetros vitales (como sus pulsaciones cardiacas, su frecuencia respiratoria o su presión sanguínea), Cesare Massano protagonizará primero una misión atmosférica a bordo de un Boeing 727-200 adaptado para vuelos microgravitatorios.

Y lo duro vendrá después, cuando se suba a una SpaceShip Two Explorer para realizar «un vuelo parabólico en la estratosfera de cinco minutos en ausencia continua de gravedad», según especifica el programa que le han remitido de la agencia.

«Déjeme que le explique: lo de vuelo parabólico en realidad quiere decir que será un vuelo en caída libre, con la nave precipitándose en picado», sentencia don Cesare con pasmosa tranquilidad. «Supongo que el piloto no tendrá ninguna intención de que nos estrellemos, así que antes o después enderezará la nave y la pondrá en posición horizontal. Ése es el momento que entraña mayor riesgo para mí, porque nadie sabe los efectos que puede tener en un persona de mi edad».

Oiga, ¿y usted no tiene miedo? «Pues la verdad es que no. No es que quiera dármelas de valiente, pero no tengo miedo. Ya he disfrutado de mi vida, y ésta es una experiencia que me apetece probar. Al revés: la pena que tengo es que me gustaría dar la vuelta a la Tierra, y me parece que eso es algo que no está incluido en el programa». Pero, ¿es optimista, confía en que saldrá bien parado de esta misión? «Qué quiere que le diga: a mi edad uno acepta las cosas tal y como vienen».

Don Cesare se está preparando para esta misión con la misma disciplina de la que hizo gala durante los 48 años que trabajó en Fiat. Lee uno detrás de otro todos los libros sobre vuelos espaciales y trata de cuidarse todo lo que puede. No es de extrañar que un hombre así de metódico se moleste ante lo que considera imperdonables faltas de profesionalidad. Y hay una que le tiene especialmente irritado: «A estas alturas, aún no me han tomado las medidas para hacerme el traje espacial».


LO DICHO Y HECHO

«No es que quiera dármelas de valiente, pero la verdad es que no tengo miedo»

1914: Nace en Turín. 1929: Comienza a trabajar en Fiat. 1946: Una vez abolidas las leyes raciales dictadas por Mussolini se casa con su novia de toda la vida, judía. 1955: Su mujer muere durante el parto de una niña, que también fallece. 1977: Se jubila de Fiat, pero comienza a trabajar para una compañía de la competencia. 1990: Se jubila definitivamente. 2006: Responde al anuncio en un periódico que solicita ancianos para un vuelo orbital.

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