Y no sólo por lo que hace referencia a la lucha en la que se ven inmersos, desde hace poco más de un año, los locales barceloneses, sujetos a una obsoleta normativa legal que penaliza las actuaciones en directo y que ha conllevado el cierre de numerosos espacios en los últimos meses.

Eso no es todo. Fuera de la metrópolis, las salas de conciertos se enfrentan también a sus propios y no menos exigentes retos.Ofrecer música de calidad en ciudades que no son Barcelona no es tarea fácil y los responsables de programación de las salas han de vencer primero la reticencia de los propios artistas, raramente partidarios de ver su nombre en el cartel de una capital de provincia.

No obstante, la tendencia hacia la consolidación de un circuito catalán de salas, con una oferta estable, atractiva y de calidad, es un hecho innegable. Se trata de que Barcelona deje de tener el patrimonio exclusivo de los buenos conciertos y poner al alcance del público de comarcas, a lo largo de todo el año, propuestas motivadoras que ayuden a crear afición por la música.

En el marco de ese esfuerzo por la descentralización cultural, se inserta el proyecto Casas de la Música, una iniciativa que, de momento, han puesto en marcha tres salas catalanas -Clap de Mataró, La Mirona de Salt y Salamandra de l'Hospitalet-, pero que tiene como objetivo abrirse a muchas más.

«En Barcelona, una sala de conciertos puede llegar a ser un negocio rentable, porque los propios artistas son los primeros interesados en querer actuar en una plaza tan atractiva como ésa. Para ellos es un valor añadido. En cambio, no hay muchos grupos que quieran venir a tocar a las pocas y mal tratadas salas de comarcas», señala con rotundidad, Pau Manté, responsable de la sala Clap de Mataró y presidente de la Associació de Salas de Concerts de Catalunya (Asacc), entidad que actualmente agrupa a 41 salas de conciertos, de las cuales sólo 17 están ubicadas en la ciudad de Barcelona.

Jordi Planagumà, director de la activísima La Mirona de Salt (Girona) conoce muy bien esa problemática. «Antes de aceptar tu oferta, te preguntan quién más ha actuado en la sala», explica el responsable de programación de una sala que ha conseguido traer -y en exclusiva- nombres como Status Quo, Chuck Berry, Lisa Stanfield o John Mayall.

A la Salamandra de l'Hospitalet, un espacio en el que ha actuado por sorpresa, en numerosas ocasiones, el imprevisible Manu Chao, tampoco le salva la vecindad con la gran ciudad. «Nos cuesta muchísimo hacer entender a los managers que tenemos el mismo potencial de público que Barcelona», explica su responsable, David Lafuente.

Pero no sólo se trata de vencer la reticencia de los artistas.A estas salas también les toca crear y consolidar una afición, generalmente inexistente en el momento de su puesta en marcha.«El público se mueve mucho en función de las cosas que conoce.Lógicamente, si traes a alguien potente, llenas la sala. Lo difícil es el día a día, cuando programas nombres poco conocidos», opina Manté, mientras que Planagumà recuerda que «cuando nosotros empezamos hace cinco años, a raíz de una iniciativa del Ayuntamiento, no había nada. Ni siquiera la costumbre de ir a conciertos».

Y ése es precisamente el punto de partida del proyecto Casas de la Música, que arrancó el pasado mes de octubre con la complicidad de las instituciones públicas. «La idea es satisfacer una necesidad que hasta ahora la administración no se había planteado: la de crear espacios dedicados a la música moderna, equiparables a cualquier otro espacio cultural», comenta David Lafuente.

El proyecto en cuestión tiene como objetivo potenciar un nuevo modelo de equipamiento cultural cuya actividad se centre no sólo en la organización de conciertos, sino también en la formación, creación y dinamización de la música moderna dentro de su comunidad.

Ésa es la línea en la que ya vienen trabajando las tres salas que han iniciado el proyecto y que, de entrada, cuentan con una amplia agenda de actividades, que incluyen desde Banc de Proves para los grupos noveles hasta talleres, cursos o sesiones de baile.

«Lo importante también es que la creación de esta red nos puede permitir hacer de la debilidad una virtud, en el sentido de poder ofrecer a managers y artistas ya no un concierto, sino toda una gira. Y eso, sin duda, se convierte en una oferta mucho más atractiva», concluye Pau Manté.

Convencido de la importancia de que «cualquier ciudad mediana de Cataluña cuente con un espacio dedicado a la música popular», el presidente de la Asacc también confía en encontrar solución para la problemática a la que actualmente se enfrentan los locales de Barcelona. «Lo más importante es conseguir el reconocimiento de espacio cultural para los locales que hacen música», reivindica.