El cava empezó a librarse del boicot a productos catalanes en la última campaña navideña. Pero en los dos años anteriores, fue un auténtico quebradero de cabeza para el sector con consecuencias sobre su cuenta de resultados. Codorníu comunicó ayer que obtuvo por primera vez pérdidas en el ejercicio 2005-2006 (que concluyó en junio del año pasado). Perdió 905.000 euros y aunque la reestructuración interna que está llevando a cabo también contribuyó al resultado negativo -invirtió 12 millones de euros-, la caída de la facturación fue un elemento importante en los números rojos del grupo cavista.
El grupo facturó 201 millones de euros, un 3,3% menos a causa de la caída de la venta de botellas. Si bien en el mercado extranjero también se facturó menos, fue en el mercado nacional, que representa dos terceras partes del total, donde la caída registrada fue mayor, como igualmente le ocurrió a su principal competidor, Freixenet. Pese a los resultados, el director general de Codorníu, Xavier Pagès, aseguró ayer que «teniendo en cuenta las circunstancias, los resultados son bastantes positivos».
La palabra boicot no entra en el argot de la cúpula empresarial del grupo, que elude pronunciarla y para este año prevé incluso olvidarla. Su optimismo radica en la buena marcha registrada durante la primera mitad de su ejercicio fiscal, en la que la cifra de negocios se disparó un 13% con una campaña comercial en Navidad que regresó a la normalidad. En el mercado nacional las ventas crecieron un 11%.
Las previsiones de facturación para el presente ejercicio se sitúan en los 218 millones de euros, lo que equivaldría a crecer un 9% y volver a los beneficios. En este último caso, estarán disparados, porque la venta de su sede barcelonesa a la cadena hotelera Catalonia les reportará 32 millones de euros que aplicarán en la cuenta de resultados como resultados extraordinarios.
La operación inmobiliaria, que requerirá completarla con la búsqueda de una nueva sede para sus servicios centrales, tiene como objetivo reducir deuda (situada por encima de los cien millones de euros) y acudir al mercado para comprar con mayor «fuelle» financiero, según señaló Pagès, quien no cerró la puerta a la entrada de nuevos socios en el grupo, aunque preservando el carácter «familiar e independiente» que Codorníu ha mantenido durante sus casi 500 años de historia.
El grupo está inmerso en su nuevo plan estratégico, de tres años de duración, y con el que prevé conseguir un crecimiento orgánico del 22%, triplicar el Ebitda, mejorar el margen de beneficios y potenciar la posición en mercados exteriores prioritarios como Estados Unidos, Reino Unido y la Europa nórdica.
Codorníu anunció, por otra parte, que está cerrando un acuerdo para adquirir 150 hectáreas de viñedo en Mendoza (Argentina), en el valle de Uco, que servirán para hacer vinos selectos y complementarán su bodega Séptima.
Por otra parte, el director general aseguró que el acuerdo alcanzado con Freixenet para poner fin a la denominada «guerra del cava» ha tenido «coste cero» en las cuentas de Codorníu. Algunas fuentes han situado ese coste en los 7 millones de euros para el grupo de la familia Raventós.
