Viernes, 16 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6270.
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 CULTURA
26ª EDICION DE ARCO
Arte al otro lado de la democracia
Una galería iraní y dos cubanas demuestran que la creatividad sobrevive en condiciones extremas
LUIS ALEMANY

MADRID.- «¿Condicionantes políticos? Bah, no es para tanto...». La misma respuesta se puede escuchar estos días en los stands de las galerías Silk Road, Habana y La Casona.

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Lo que tienen en común las tres salas es su incómoda ubicación geográfica. Habana y La Casona abren a diario sus puertas en la capital cubana, mientras que Silk Road atiende en Teherán al sufrido mercado iraní.

«Bueno, las cosas van a mejor últimamente», explicaba estos días Kiarash, uno de los empleados de Silk Road llegados hasta Madrid. «Aunque no lo crean, Teherán es una ciudad con muchísima población universitaria en la que ocurren miles de cosas cada día. Hay un Teherán oficial y religioso, que es el que sale en la CNN, otro Teherán muy pobre y un Teherán más que tiene una vida artística y cultural muy parecida a la de cualquier ciudad europea».

Sí, aunque hay matices. «Sólo llevamos a artistas iraníes. Ni nos planteamos traer a artistas extranjeros a la galería», explica Kiarash. Y no sólo eso: «¿Nuestros clientes? Hay un 50% de compradores iraníes y un 50% de extranjeros. Europeos destinados a Irán, algún turista...».

En La Habana, mientras, es inconcebible pensar en vender arte a los cubanos. «Nuestro público es enteramente extranjero. Entre otras cosas, porque el arte cubano está bien cotizado, es caro». Lo cuenta, con una sonrisa casi irónica, Alejandro Machado, responsable de la galería La Casona.

Según Machado, los clientes de las galerías habaneras suelen ser turistas europeos y estadounidenses, «pero no cubano-americanos, no... Son americanos estilo imperio, con los ojos azules y el abuelo escocés».

Los artistas en el catálogo de La Casona, como los de Silk Road, son todos domésticos. Glenda León, por ejemplo, toma unos pinceles viejos y los puebla con siemprevivas. Analía Amaya, por su parte, cubre un paraguas con espejos rotos. «Las dos artistas tienen en común el deseo de encontrar algo bello en lo viejo y en lo estropeado», explica Machado. «También hemos querido representar la mirada de las mujeres sobre la realidad de Cuba, que es más delicada». Silk Road, por su parte, lleva un puñado de obras facturadas por artistas como Khosrow Hassanzadeh y Bahman Jalali y que trabajan a partir de viejas fotografías del Irán anterior a la Revolución Islámica.

¿Es la nostalgia un tema recurrente en el arte iraní? «No lo veo así», replica el galerista iraní. «El arte iraní es como el arte español, el francés o el chino. Hay de todo».

¿Hay tabúes?

Ése es el momento de preguntar por los condicionantes políticos: «No son un factor que nos condicione mucho... Bueno, está claro que hay temas que no debemos tratar: la religión, la situación de la mujer... Pero tampoco es tan importante», explica Kiarash, cuyo aspecto es perfectamente equiparable al de cualquier galerista europeo.

En La Habana, la respuesta a la cuestión política es menos paradójica: «El arte no es como la literatura, no llega a tanta gente. La presión política no nos alcanza», asegura Alejandro Machado.

A su izquierda quedan dos parejas de fotografías nocturnas de La Habana de Analía Amaya. En dos imágenes, las calles y los edificios están iluminados. En sus gemelos, la ciudad aparece casi completamente apagada. «Ya sabe, en una época los apagones en La Habana fueron muy habituales», explica el galerista.

- Si digo que entiendo que hablan de la precariedad en Cuba...

- Sí, claro, me parece normal.

Lo dice Machado que es, además de galerista, funcionario público. «La propiedad de la galería es del Estado. Vamos con los artistas al 50%, como en todo el mundo, pero los beneficios que quedan de los gastos van para el Estado».

A las dos galerías habaneras les acompaña este año El Museo Nacional de Bellas Artes. «Hemos venido a contactar con instituciones españolas y a ofrecernos para colaborar con ellas. Hacer exposiciones conjuntas, intercambiar obras... La gente se queda asombrada con los fondos de arte universal que tenemos», asegura su representante en Arco, Gabriel Navarrete.

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