Desde que llegó en junio de 1998, Cañizares se ha convertido en un icono del Valencia, tanto por su profesionalidad como por su personalidad. Su pasado madridista se borró por completo en una ciudad que suele perdonar poco los coqueteos con el rival, y se metió a la afición en el bolsillo con sus paradas y luciendo con orgullo el brazalete de capitán.

En sus nueve temporadas en el equipo se ha ganado la confianza de todos los entrenadores que pasaron por el banquillo. Para Ranieri fue el Dragón, por su facilidad para atajar penaltis, y con él ganó una Copa del Rey, ésa que se le había escapado años antes con el Celta. Con Héctor Cúper protagonizó una de las imágenes que nunca se borrará de la mente de los valencianistas: sus lágrimas en San Siro y la rabia con la que se quitó la medalla de subcampeón de la Champions por segunda vez eran el vivo reflejo de una grada a la que se le había roto un sueño.

De la mano de Rafa Benítez se desquitó. Levantó la Copa de campeón de Liga y llevó otras más a su palmarés, además de una Copa de la UEFA en la que el destino en forma de lesión de Palop le colocó en la portería.

Todas esas imágenes pasaron de nuevo ante sus ojos en el acto de homenaje que ayer le rindió el club. Con un fuerte catarro y visiblemente emocionado, Cañizares estuvo arropado por su familia, su mujer y sus hijos Carlota, Lucas y Olivia, y por míticos porteros del Valencia como Ignacio Eizaguirre, Abelardo González, Pepe Balaguer o José Manuel Sempere. Además, recibió las felicitaciones de tres de sus grandes rivales: Casillas, Víctor Valdés y Leo Franco.

«Desde niño he querido ser lo que eran ellos y les doy las gracias por homenajearme. Es uno de los mejores momentos de mi vida y necesitaba sentir el cariño que el club me tiene. Le agradezco al presidente que me permita seguir en el club y a mi familia en esta tierra, porque no les apetecía marcharse», comentó un emocionado Cañizares.

Las negociaciones para la continuidad del meta no han sido fáciles. El enfrentamiento entre Cañizares y el director deportivo, Amedeo Carboni, -que estaba sentado en la primera fila en el acto de ayer-, es manifiesto. Ni se miraron, ni cruzaron, ni se produjo la morbosa foto esperada por todos.

Eso sí, Cañizares le mandó algún mensaje a la hora de explicar el proceso de renovación. «Acababa contrato, el club me manifestó su intención y la mía no era otra que quedarme por el bien de mi historia y el bienestar de mi familia. Pero hasta que apareció en escena el presidente, todo parecía más difícil», comentó el portero añadiendo que no era momento para polémicas, «sino para celebrar que me quedo por mi carrera y por mi familia».