F. L.
MADRID.-
Las víctimas fueron las protagonistas de la primera jornada. También para el presidente del tribunal que juzga el 11-M, el magistrado Javier Gómez Bermúdez.
Fue durante el primer descanso fijado por este juez, tras comenzar los interrogatorios de las partes a uno de los presuntos implicados en la masacre, Rabei Osman, Mohamed El Egipcio.
Las víctimas no estaban todas en la sala en la que se celebraba el juicio, donde se encontraban los procesados. Un importante número de ellas se ubicaba en una segunda sala cercana a la del juicio. Hacia allí dirigió sus pasos Gómez Bermúdez. Y durante ese breve descanso, el responsable del tribunal estuvo departiendo con las víctimas.
Según explicaron a este periódico algunos de los asistentes, Javier Gómez Bermúdez estuvo explicándoles cómo iba a ser el proceso. «Con paciencia y mucho cariño», según relataron estos testigos, el magistrado les explicó cómo se iban a desarrollar los interrogatorios, quiénes iban a comparecer primero ... toda una serie de detalles de procedimiento para que se familiarizaran con el juicio.
Estas labores habían sido ya realizadas durante semanas por los psicólogos con las víctimas que tenían previsto acudir a las sesiones de la Casa de Campo.
«Quiero verlos»
El magistrado también les apuntó algunas estimaciones sobre los plazos y les preguntó si necesitaban algo. En ese momento, un señor de mediana edad se le acercó. Su hijo había muerto como consecuencia del atentado del 11-M. Roto de lágrimas le explicó al juez: «Yo sólo quería venir hoy y lo que quiero es verles la cara a éstos», en referencia a los procesados. Esta víctima no tenía en ese momento una visión directa de los acusados. El magistrado se comprometió a hacer «todo lo posible» para lograr que ese hombre viera cumplido su deseo, su intención, ver el rostro de los que están acusados de participar en el asesinato de su hijo.
Cuando regresó a la sala, antes de reanudar la sesión, el magistrado dio instrucciones para que acondicionaran más asientos en el espacio reservado para las víctimas. Una fila más de sillas se colocó inmediatamente, lo que permitió que muchos de los que se encontraban en la otra sala pudieran entrar en la principal.
Aquel hombre que perdió a su hijo el 11-M vio cumplido su deseo y pudo ver en directo el rostro de los acusados.
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