Carlos García-Calvo
La presencia de Roberto Torretta y Elio Berhanyer, dos miembros de la Asociación de Creadores de Moda de España (Acme) en el desfile de Andrés Sardá, ayer, provocó toda clase de comentarios fascinantes entre la prensa especializada. Los diseñadores de este colectivo subvencionado generosamente por la Comunidad de Madrid para que presenten dos colecciones anuales, no suelen volver a Cibeles después de sus desfiles, que tienen lugar los primeros días del certamen.
Lenguas anabolenas recordaban cómo Sardá había querido ingresar en Acme hace unos años y había recibido una negativa rotunda por parte de la asociación que había alegado, por lo visto, que el catalán sólo diseñaba ropa interior. El que fuese una de nuestras glorias nacionales y que exportase más del 75 por 100 de toda su producción, poco pareció importarles a los miembros de Acme, muchos de los cuales se jactan de que jamás han exportado nada.
Las mismas lenguas anabolenas opinaban ayer que la presencia de los miembros de la asociación en el desfile de Sardá era un intento de que el diseñador, de renombre internacional, les perdonase su desdén pasado y pasase a engrosar sus filas, algo huérfanas de talento.
El desfile debió de gustarles, aunque sólo fuese por el despliegue de poderío logrado sin subvención alguna. Arrancó con una estampa de cabaret vienés inspirada en esa canción que Fredrick Hollander escribiese para Marlene Dietrich: Like to buy some illusions. Una de las ilusiones que vendía Marlene era «lencería negra de Viena». Las chicas con medias negras y ligueros tocadas por bombines a lo Sally Bowles, llevaban eso, lingerie cuajada de encaje vaporoso y pedrería, en plan espectacular apoteosis revisteril.
Los jóvenes irrumpieron en Cibeles ayer, por fin, en un anticipo de lo que tendremos durante el día de hoy. Por la mañana lo hizo Spastor, marca para la que diseñan Sergio Pastor e Ismael Alcaina, que presentaron una colección para hombre toda en negro de un gran virtuosismo, confeccionada con los materiales más suntuosos.
Por la tarde lo hicieron Ana González y Oscar Benito para su Locking Shocking, bajo el título de Bipolar. Fue un asunto en el que el oro y la plata desempeñaron un papel importante en una ropa dieciochesca de casacones que le hubiese encantado a la actriz Tilda Swinton en su fase Derek Jarman.
Antonio Alvarado también empleó la plata, sólo que mezclada con un blanco roto en sus mini vestidos sesenteros, uno de ellos recamado en pailletes digno de Barbarella. El diseñador llevaba un tiempo sin sacar ropa masculina a la pasarela por lo que la inclusión de chicos en su cast resultó una sorpresa bastante agradable. Sus chaquetas en fieltro, combinadas con pantalones de montar y jerséis jaspeados recordaban a los que presentaba en la década de los 80, cuando era una de las estrellas de la moda de la conocida Movida madrileña.
|