Al menos 10 personas resultaron heridas el miércoles por la noche en una confrontación que se originó entre seguidores del Gobierno libanés que regresaban de la manifestación celebrada en Beirut y opositores afectos a Hizbulá en el valle de la Bekaa, en un nuevo episodio que refleja la tensión extrema que se registra en el país árabe y que va en aumento.
Según se conoció ayer, el incidente se produjo cuando un autobús cargado de seguidores del líder suní Saad Hariri regresaba a la villa de Aarsal, en el norte de dicha planicie, y pasó por la aldea de Laboué, de mayoría chií. Los medios de comunicación locales aseguraron que grupos de residentes de Aarsal apedrearon el vehículo, lo que provocó que varios habitantes de Laboué acudieran a esta última población y los enfrentamientos se reprodujeran. Las fuerzas de seguridad confirmaron que, además de piedras y palos, algunos de los participantes en la refriega recurrieron a armas de fuego.
La situación obligó al propio Hariri a emitir un comunicado «de urgencia» llamando a sus simpatizantes a «mantener la calma y no responder a ninguna provocación». «Hay que preservar la unidad frente a quienes intentan de manera repetida poner en peligro al Líbano. Dejemos que las fuerzas de seguridad y el Ejército controlen la situación», añadía.
El nuevo suceso, que recuerda a las graves confrontaciones callejeras que se registraron en Beirut el 23 y 25 de enero, en las que murieron al menos cuatro personas y más de 150 resultaron heridas, confirma el punto crítico que está alcanzando la pugna política en el país.
El tono virulento de los discursos que pronunciaron el miércoles dirigentes como el druso Walid Jumblat o el cristiano Samir Geagea han suscitado una dura réplica de agrupaciones opositoras como Hizbulá o Amal, que reprocharon al movimiento 14 de Marzo -así se conoce a la coalición oficialista- el carácter «incendiario» de estas alocuciones.
«Jumblat y Geagea han recibido órdenes de Washington y París para destrozar las iniciativas [dirigidas a superar el bloqueo político] justo cuando un compromiso parecía al alcance de la mano», aseguró el diputado de Hizbulá Husein Hajj Hassan. Para Ibrahim Kanaan, legislador del partido del ex general Michel Aun, aliado de Hizbulá, el acto del miércoles ha «servido para hacer más profundas las divisiones e inflamar los sentimientos».
El líder de Amal, el también presidente del parlamento Nabih Berri, ya había advertido el mismo miércoles que las acusaciones del 14 de Marzo contra Siria, a cuyo régimen achacaron el último atentado de Ain Alaq, «cerraban la puerta al optimismo». La doble deflagración, que costó la vida a tres personas, ha agudizado aún más la aprehensión de los libaneses a que la disputa entre políticos derive en una guerra civil.
La psicosis sobre el resurgimiento de milicias de todo tipo y un rearme acelerado de la población se mantiene azuzada por incidentes como el registrado el día 8, cuando el Ejército interceptó en un barrio de Beirut un camión cargado con armamento pesado que Hizbulá reconoció pertenecía a su milicia. El lote de armas incluía desde cohetes Grad hasta morteros de 60 y 120 milímetros. El grupo chií afirmó que se trataban de armas dirigidas a los activistas desplegados en el sur del país. «El camión circulaba en el marco de los desplazamientos habituales de la resistencia, sobre todo porque una porción de nuestro territorio sigue todavía ocupado», señaló Ghaleb Abou Zeinab, un miembro del comité político de Hizbulá.
Sin embargo, líderes como el citado Geagea pusieron en duda esta versión. «Los obuses de 60 milímetros tienen sólo un alcance de 500 metros. Son armas que se utilizan en las ciudades para los combates callejeros», aseguró con el conocimiento que le dan sus años como jefe de una de las milicias más sanguinarias que lucharon en la guerra civil del Líbano.
La mediación que mantenía la Liga Arabe parece no haber conseguido atraer las posturas antagónicas. El enviado especial de este organismo, Hisham Yussef, reconoció que existe «un gran miedo por el futuro del Líbano».