La Unión Europea, envidiosa de Estados unidos, que se lleva la mayoría de los inmigrantes más preparados de Asia y Oriente Próximo, trata de venderse como destino no de pateras, sino de aviones cargados de estudiantes, empresarios y académicos prometedores. La Comisión Europea planea una «tarjeta azul» para facilitar la entrada de inmigrantes «muy cualificados».
La oferta de permisos de trabajo y residencia para los más preparados de terceros países imita a la green card estadounidense, que solicitan los extranjeros con el patrocinio de empresas y que también se obtiene en un sorteo con cupos por países. En el caso europeo, se asignaría sólo a la élite de los inmigrantes, con más estudios o habilidades profesionales.
En cualquier caso, con o sin tarjeta, la propuesta legislativa del comisario de Justicia, Franco Frattini, que se espera antes de septiembre, se dirigirá a simplificar los largos trámites burocráticos para que los inmigrantes puedan convertirse en residentes legales y beneficiará a los mejores trabajadores.
Aún así, la Comisión -que pretende regular la inmigración legal y no sólo concentrarse en la lucha contra la clandestina- insiste en que si lanza la tarjeta comunitaria será de forma controlada, porque tampoco quiere provocar una «fuga de cerebros» de los países africanos. La propuesta se hará en coordinación con el Tercer Mundo para compatibilizar sus «necesidades» y las de una Europa cada vez más vieja y menos competitiva respecto a EEUU o a los países asiáticos emergentes.
Se calcula que cerca de 25 millones de europeos se jubilarán en las próximas dos décadas y, con una tasa de fecundidad de 1,5 hijos por mujer, sólo la inmigración puede garantizar la manutención de los pensionistas y el crecimiento de la economía. «Europa se encuentra ahora en un momento crucial», explica un técnico comunitario de inmigración. «Tenemos que mirar hacia terceros países como donantes potenciales de fuerza laboral», añade.
Hasta ahora, Bruselas ha sido incapaz de reclutar a los mejores de cada país, como han logrado, en cambio, Washington y Ottawa. Se calcula que cerca del 87% de los inmigrantes sin papeles que ahora viven en la UE no tiene ningún tipo de estudio o formación profesional. Francia acaba de proponer una legislación con el mismo doble enfoque de Frattini, para castigar la inmigración ilegal, de un lado, y facilitar la entrada de los extranjeros más preparados, del otro. «Los inmigrantes más cualificados, más dinámicos y competentes se dirigen al continente americano, mientras que los inmigrantes con poca o ninguna capacidad vienen a Europa... No podemos estar satisfechos con esta situación», escribía la semana pasada en Le Figaro el candidato presidencial y ministro del Interior, Nicolas Sarkozy.
Los europeos están haciendo sus primeros ensayos de cierta selección en Malí, donde, a petición de España, la UE abrirá su primera oficina de trabajo para orientar a los inmigrantes que buscan empleo legal en Europa. Tanto España como Francia ofrecerán documentos a un número limitado de malienses que gestionen su entrada a través de esa oficina. Si el sistema funciona, la idea es construir una red de por toda Africa, en particular en países como Senegal o Costa de Marfil.
En cuanto a la inmigración ilegal, las propuestas de Frattini, esta primavera, se centrarán en castigar a las empresas que contraten trabajadores sin papeles. Las compañías, además de ser multadas, tendrían que compensar a la Seguridad Social, completar el salario del trabajador y, si el inmigrante tuviera que ser repatriado, pagar los gastos de la vuelta a casa.