Viernes, 16 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6270.
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 OPINION
Editorial
UNA APARIENCIA DIMINUTA PARA UNA ACUSACION MONUMENTAL

Será difícil encontrar en los anales de la historia judicial otro caso de una mayor disparidad entre la monumental pena que solicita la Fiscalía y la imagen diminuta que dio ayer uno de los principales acusados -Rabei Osman, El Egipcio- en el comienzo del juicio por el 11-M.

El Egipcio se presentó como un musulmán moderado, maltratado por la vida, de buen corazón y que repudia la violencia. No dudó en condenar el atentado de Madrid y el resto de los actos terroristas cometidos en Europa y en EEUU. La imagen que ofreció no concuerda nada con la que refleja el sumario, donde se le presenta como el fanático cerebro e inductor de la masacre para el que la Fiscalía pide 38.656 años de cárcel.

Sin duda, las apariencias engañan porque el acusado sí es un exaltado islamista que, como reflejan las cintas grabadas en Italia, justifica y alienta el terrorismo. Significativamente, El Egipcio se negó ayer a responder a las preguntas de la Fiscalía y el resto de las acusaciones, pero contestó luego a un cuestionario de su abogado.

El principal elemento incriminatorio son esas cintas grabadas por la Policía italiana, en las que él se jacta de haber organizado los atentados de Madrid. Pero caben serias dudas de que sus palabras sean algo más que un farol, ya que demuestra en esas grabaciones una enorme ignorancia sobre los autores y los detalles del atentado. En una cinta grabada dos meses después de la masacre, afirma que el islamista El Morabit había muerto en Leganés cuando se había publicado que estaba detenido.

Su conexión con los miembros del comando parece endeble y lo único que quedó acreditado ayer es que había sido alumno de El Tunecino, que le dio clases de castellano.

El Egipcio afirmó categóricamente que abandonó España en febrero de 2003, un año antes del 11-M, y que jamás volvió hasta su entrega por el Gobierno italiano. Para condenarle, harían falta pruebas más sólidas que su probablemente fantasiosa autoincriminación en las cintas, habría que acreditar la naturaleza criminal de sus contactos con otros imputados o habría que demostrar que estuvo en Morata en vísperas del 11-M, como mantiene una testigo.

El presidente del tribunal, Javier Gómez Bermudez, interrumpió con buen criterio la sesión para que acusado y abogado pudieran escuchar las grabaciones antes de responder a las preguntas de hoy. Gómez Bermudez presidió con autoridad el juicio, demostró que conoce el sumario y que tiene una gran experiencia procesal. Pero intimidó al abogado defensor de El Egipcio y se excedió al no permitirle que preguntara si el acusado condenaba el 11-M y al reprocharle con ironía fuera de lugar que quisiera asumir el papel de la acusación. Tal vez actuó así porque quiso transmitir el mensaje de que no va a tolerar que el proceso se le escape de las manos.

Entre tanto, fuera de lo que sucedía en el juicio, la cuestión de los explosivos seguía centrando ayer la atención de los medios y los dirigentes políticos. Especialmente llamativas resultan las declaraciones de Rubalcaba, que, emulando el «vale ya» de la fiscal Olga Sánchez, aseguró que no cabe duda de que los análisis corroboran que el explosivo de los trenes fue Goma 2 ECO, al igual que el hallado en Morata, la Kangoo y la mochila. El problema para el Gobierno es que la Goma 2 ECO no contiene el dinitrotolueno (DNT) que han detectado los nuevos análisis. Ello queda reforzado hoy por un informe del Ministerio de Industria, que se suma a los de la Guardia Civil y del fabricante, y corrobora que ese componente no forma parte de la Goma 2 ECO. Es más, señala que esta dinamita se comenzó a producir para eliminar el DNT que sí tenía la Goma 2 EC, lo que implica que la tesis de la contaminación supondría atribuir a Unión Española de Explosivos el mayor de los fiascos comerciales.

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