John Amaechi ha roto la ley del silencio. Jugador británico que militó en la NBA durante cinco temporadas, activista implicado en numerosas causas sociales y comentarista televisivo desde su retirada, publicó el pasado miércoles Man in the middle, su autobiografía. Todo normal, si no fuera porque Amaechi acaba de salir del armario revelando que es gay.
La sinceridad no ha caído bien entre sus ex compañeros. «Odio a la gente homosexual», aseguró Tim Hardaway, estrella retirada de Miami Heat entre otros equipos. «No me gustan las personas homosexuales ni estar cerca de ellos. Soy homófobo. No me gustan y no deberían estar en el mundo ni en Estados Unidos», replicó el jueves en un programa de radio cuando se le preguntó por la declaración pública de John Amaechi. Sus rotundas palabras agitaron aún más el debate público abierto por la confesión sexual del ex jugador. Hardaway se vio obligado a pedir disculpas horas después tras ver el recorrido de sus afirmaciones.
El libro de Amaechi es un jugoso compendio de su paso por la NBA, así como una crónica a quemarropa de lo que supuso vivir la homosexualidad en un mundo tan rebosante de testosterona como el de la liga de las estrellas. Famoso en su día por haber anotado los primeros puntos del nuevo milenio en la NBA, hoy Amaechi ocupa la primera línea de las trincheras publicitarias y su nombre resuena como sinónimo de un afilado debate.
En uno de los párrafos del libro, Amechi comenta que «los amigos a menudo se sorprenden por el hecho de que mi vida personal y profesional hayan permanecido separadas tanto tiempo». Tampoco debieran asombrarse. En la historia del deporte estadounidense sólo cinco deportistas hicieron pública su condición homosexual, y como recordaban Mitch Lawrence y Michael O keeffe en el Daily News, todos ellos revelaron el secreto una vez retirados. El primero de ellos, David Kopay, estrella del fútbol americano, lo hizo en 1977, pero sus declaraciones jamás abrieron una espita comprometida por demasiadas presiones. Se necesitan arrestos para encarar las sospechas que tal declaración atrae.
Amechi fue jugador de los Cleveland Cavaliers, Orlando Magic, Utah Jazz, Houston Rockets y New York Knicks entre 1995 y 2004. Entre medias tuvo tiempo para jugar en Europa, de donde regresó para retirarse en la NBA. Conocido por sus frecuentes donaciones a diversas organizaciones benéficas, respetado por sus compañeros, alcanzó su último éxito el pasado verano, cuando guió a la selección inglesa de baloncesto a conquistar la medalla de bronce en los Juegos de la Comonwealth.
Asegura Amaechi en su libro que Jerry Sloan, entrenador de los Utah Jazz, jamás lo comprendió, y su mala relación determinó su traspaso a los Houston Rockets, donde languideció. La insinuación de homofobia resulta obvia. El paso final a los Knicks fue un mero trámite: nunca llegó a jugar. Fue en el equipo de Penn Station donde Amaechi asegura haber mantenido, muchos años antes, cuando militaba en el balocesto universitario, su primera relación homosexual. Pocos compañeros han querido opinar del asunto. Shaquille O'Neal dice que jamás juzgaría a un compañero por sus gustos sexuales.
Un directivo de la NBA, amparado en el anonimato, ha comentado al Daily News que semejantes declaraciones supondrían una distracción para el jugador que las realizase y sus compañeros. Cree que las reacciones serían impredecibles. Por su parte, Isiah Thomas, hoy presidente de los Knicks, declara enfático que la homexualidad nunca supondrá un estigma en el Madison Square Garden. Pero quizá por la condición icónica que la sociedad deposita en sus atletas, tal vez por ese prurito doctrinario según el cual los deportistas de élite deben posar como improbables modelos para el adolescente, la homosexualidad siempre fue un tabú en el vestuario. Aunque sean voces importantes, la ley del silencio, el estigma que blanquea voces y transforma a quien lo quiebre en apestado resulta, demasiado poderoso. El negocio es importante. Todavía existen anunciantes, padres de familia y sociólogos puritanos que tienen al homosexual por un agente vírico.
Quién sabe si nuestros muchachos, deslumbrados por el brillante vuelo de sus héroes cuando saltan hacia el aro, no correrán a imitarlos en el lecho. Sin olvidar que en Estados Unidos nació el movimiento de liberación gay y suyo fue el audaz pistón que liberó las conciencias en medio mundo, el deporte permanece como universo de gladiadores biónicos al que se le indigestan las confesiones no tuteladas por el patrocinador de turno. Hasta que se demuestre, claro, que el ser homosexual no presupone un bajón en ingresos o un baldón para la imagen de marca.
Al menos en el libro de Amaechi hay sitio para la ironía: «Los chicos hacían alarde de sus cuerpos perfectos. Se jactaban de sus proezas sexuales... Se contemplaban frente al espejo, aplicándose colonia. Mientras contemplaba el vestuario no podía dejar de reírme en silenco pensando, y se supone que yo soy el gay. Uhhh!». Se agradece que el jugador, lejos de aplicarse la pomada victimista, escriba con el estilete del humor. Por desgracia tampoco rehusa los aplausos de quienes se empeñan en transformar su confesión en patrón moral. «Si un cínico como yo puede inspirarse por el acto de salir del armario, quizá anime a otros a hacer lo mismo», señala ufano.
LO DICHO Y HECHO
«Quizá otros jugadores se animen a confesar su condición sexual después de mi declaración»
1970: Nace en Boston. 1995: Tras pasar por el baloncesto universitario ficha por Cleveland. 1996: Comienza su periplo europeo y juega en el Limoges, la Kinder de Bolonia, el Panathinaikos y el Sheffield. 1999: Regresa a la NBA para fichar por los Orlando Magic. 2001: Juega en los Utah Jazz. 2006: Gana la medalla de bronce con Inglaterra en los Juegos de la Commonwealth. 2007: Publica Man in the middle, su autobiografía.