Ibercamera
Intérpretes: Alexei Volodin (piano). Obras de Haydn, Beethoven, Chopin y Liszt./ Escenario: Palau de la Música./ Fecha: 14 de febrero.
Calificación: ***
BARCELONA.- Conviene dejar constancia, antes de aventurarse a cualquier comentario crítico, de la admiración, por no decir el asombro, que producen la técnica y las extraordinarias dotes de velocidad, fuerza, digitación y creación de sonido de Alexei Volodin. Una interesante capacidad interpretativa dio muy buenos resultados en la segunda parte del programa, en Chopin (4 Impropmptus) y en un pasmoso Liszt (Reminiscencias de Don Juan), así como en los generosos bises, especialmente en Rachmaninoff. La clara lectura, clara, pero no especialmente profunda del Haydn inicial, Andante con variazioni, en fa menor, no será especialmente recordable, pero fue buena.
Lo que es provocador, o cuando menos polémico, es el Beethoven de Volodin, concretamente la lectura que nos ofreció de la Appassionata, la celebérrima Sonata nº 23 en fa menor, op. 57. De entrada, no recordamos una versión tan fulminante ni de menor duración, como si toda la interpretación hubiera estado concebida para precipitarse en el tempo desacostumbradamente veloz que Volodin imprimió al último movimiento, Allegro, cierto, ma non troppo, en la indicación de Beethoven, y, no digamos ya, en el Presto que corona el movimiento y la sonata, que fue atacado y resuelto con velocidad vertiginosa. Esto produjo entusiasmo en el público.Si en este comentario no nos sumamos a él y nos quedamos en un sentimiento de desconcierto es porque Volodin no pareció interesarse demasiado en importantes hallazgos beethovenianos de la Appassionata, menos relacionados con su resolutiva visión de la misma. Para empezar, su meditado tema inicial en intervalos que descienden hacia la tónica; para seguir, el segundo tema en inversión ascendente y marcado claramente dolce en la partitura, cuyo carácter cantable y luminoso pasó casi desapercibido; en fin, si en el Andante con moto central el tema en acordes fue expuesto con una mayor y prometedora calma, la verdad es que en las variaciones del mismo los contracantos de la mano izquierda, sobre el sempre legato de la derecha, pasaron sin pena ni gloria. Una versión, pues, exagerada de la Appassionata.
Pero sería temerario dejar en el lector la impresión de que le falta a Volodin rigor en la concepción y en la interpretación.Su Chopin y su Liszt fueron, ya se ha dicho, mucho más que una muestra de dominio técnico; fueron versiones de gran altura, de elaborada concepción y refinamiento. Quizá este importante pianista, Alexei Volodin, no es todavía un beethoveniano: no pasa nada, le sobran cualidades y tiempo.