Sábado, 17 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6271.
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KEN WATANABE / Actor, protagonista de 'Cartas desde Iwo Jima'
«Sólo volveré a hacer cine bélico si Clint Eastwood me lo pide»
JULIO VALDEON BLANCO. Especial para EL MUNDO

NUEVA YORK.- Ken Watanabe interpreta al general Tadamichi Kuribayahsi en Cartas desde Iwo Jima (estrenada ayer en España), segunda parte del ciclo que Clint Eastwood ha consagrado a la batalla del Pacífico tras Banderas de nuestros padres. El militar, encargado de la defensa de la isla, había estudiado en EEUU. Admiraba a su enemigo.

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Sus ideas innovadoras, mezcladas con los códigos militares nipones, hicieron de Iwo Jima un matadero. Los japoneses sabían que no podían vencer. Resistieron durante casi un mes desde los subterráneos que Kuribayahsi ordenó excavar. Entre medias, con el repiqueteo de las bombas sacudiendo el subsuelo, sin apenas agua o alimentos, un Kuribayahsi que comía lo mismo que sus soldados escribía cartas a su hija. Dichas cartas pueden consultarse hoy en día y fueron el material básico a partir del cual Watanabe recrea al personaje. Su interpretación, portentosa y repleta de matices, está más allá de las convenciones.

Pregunta.- Supongo que no fue sencillo enfrentarse a un hecho tan dramático para la historia de su país.

Respuesta.- En efecto, no. Estaba muy nervioso. Es una historia real. Imagine, Kuribayahsi tuvo a su cargo la vida de 22.000 hombres. Fue el general encargado de defender Japón cuando la flota imperial ya había sido barrida. Viajé hasta su tierra natal, un lugar de tradición campesina, alejado de todo, con un clima extremo, de inviernos muy fríos... imaginarlo en una isla tropical, en el Océano Pacífico, ¿qué sentiría? Ése fue uno de mis primeros retos. El otro, sin duda, ser fiel a lo que ocurrió. Por eso, entre otras cosas, incluso mucho antes de que el guión me fuera enviado, pasó por las manos de algunos de los historiadores japoneses más importantes.

P.- En Cartas desde Iwo Jima, hay pocos momentos de respiro, pocas concesiones. Es muy sombría, claustrofóbica incluso.

R.- Así ocurrió. Queríamos presentar la guerra de verdad, lo que sucedió durante aquellos días, con los soldados japoneses peleando desde el interior de las cuevas. Habían jurado, ante Kuribayahsi, matar cada uno a 10 norteamericanos antes de morir. Mientras tanto, los marines debían pelear contra un enemigo invisible y emplearon cualquier cosa. Para sumergirme en la historia, leí todos los libros que pude, aunque, en realidad, nada te prepara para lo que viene después. Hubo momentos del rodaje en los que sentías la tragedia en carne viva.

P.- ¿Es ésta la cruz de esa moneda sobre Iwo Jima que ha rodado Clint Eastwood?

R.- Lo que distingue a ambas películas, a Banderas de nuestros padres de Cartas desde Iwo Jima, es que la primera aborda una historia de supervivientes, son ellos los que la cuentan. Desafortunadamente, en Japón no quedan apenas supervivientes de Iwo Jima. Fueron muy pocos, así que se trata más bien de un cuento de fantasmas, una narración sobre hombres que iban a morir y lo sabían. Como Kuribayahsi vivió en EEUU varios años, dejó buenos amigos. Al menos pude hablar con ellos.

P.- Sin duda, el general fue un personaje extraordinario.

R.- Tuve acceso a las cartas que envió a su mujer, a su hija y a sus hermanas. Sentí su devoción por la familia y comprobé que era un hombre muy divertido, observador, sensible, capaz de sobreponerse al miedo, a la certidumbre del final que se acerca para escribir a su hija unas cartas bellísimas, repletas de mentiras para sobrevivir.

P.- En la película, hay militares japoneses que se suicidan, o que tratan de ser kamikazes, algo que ya hemos visto otras veces (Tora-Tora, etcétera), pero también soldados con una mentalidad opuesta. ¿Rompe de alguna forma esta película los tópicos al respecto?

R.- Quisimos capturar la verdad. El tópico sobre el militarismo japonés no lo es tanto. Aquellos guerreros vivían su profesión según unas convenciones que hoy resultan inconcebibles. Muchos, por ejemplo, preferían suicidarse a ceder una posición. Su mentalidad era muy conservadora. Yo mismo sentía estupor al comprobar hasta dónde podían llegar aquellos hombres. Japón ha cambiado muchísimo. Tras la Guerra Mundial, pasamos del feudalismo a la democracia. Avanzamos varios siglos de golpe. Hoy existe un consenso absoluto. No queremos otra guerra. Nunca seremos de nuevo aquel país imperialista, agresivo.

P.- ¿Es Cartas desde Iwo Jima una película contra la guerra?

R.- No es una película antibélica o antiguerra. Es una película de guerra, sobre la guerra, que es justo eso, una matanza sin sentido, una carnicería donde miles de jóvenes mueren con las tripas fuera, llamando a su madre mientras se desangran.

P.- Babel, El Laberinto del fauno, Cartas desde Iwo Jima... Sin duda, Hollywood mira más hacia afuera.

R.- Poco a poco, Hollywood abre nuevas ventanas, cada día más y más actores de países distintos se incorporan a él, lo enriquecen, y los estereotipos van cayendo.

P.- ¿Qué tal la experiencia de trabajar junto a Clint Eastwood, uno de los últimos mitos vivos de Hollywood?

R.- Es un hombre muy abierto, muy inteligente. Durante el rodaje, todo fue muy fácil, aunque el proceso de escritura había sido complicadísimo. Cuando llegamos al plató, cada detalle, cada escena y diálogo estaban calculados... Todos los actores éramos japoneses y Clint no podía entendernos, pero, al cabo, actuar es actuar, un idioma internacional y Eastwood entiende bastante al respecto.

P.- Primero fue El último samurái y ahora Cartas desde Iwo Jima, ¿se está aficionando usted a las películas bélicas?

R.- No tengo intención de hacer ninguna otra, bueno, excepto si volviera a pedírmelo Eastwood.

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