¿Desfiles de moda, espectáculo o feria de vanidades? De todo un poco hay en la Pasarela Cibeles. Cada quien tiene asignado su papel en ese escenario instalado en pleno corazón del Retiro y que acerca la moda a la calle.
En este último Cibeles ha habido cambios. Las modelos han ganado en peso y salud mientras que los famosillos han buscado de nuevo un sitio en la primera fila para promocionarse frente a las cámaras. Una presunta modelo sevillana se hacía la tonta cuando le preguntaban si era novia de Cayetano Rivera a sabiendas de que su ambigüedad le garantiza la inmortalidad por unas cuantas semanas.
La Infanta Elena volvió a Cibeles, aunque la invitan siempre. Esta vez estuvo en el desfile de Angel Schlesser, vestida con un elegante tailleur negro del modisto. La duquesa de Lugo suele vestir diseños de Lacroix para galas y fiestas pero también luce moda española, Zara incluida. La infanta pasó el ritual del kissing room, un saloncito muy acogedor donde la gente besa a cada diseñador después de su desfile para luego brindar con Moët & Chandon por el éxito conseguido. El champán francés da mucho glamour al ambiente.
La Infanta iba acompañada de un secretario -antítesis de lo fashion - que comentaba mucho con doña Elena cada pase de modelos. Lástima no tener al lado uno de esos especialistas que saben leer los labios, para averiguar qué era lo que comentaba este buen señor que podría pasar por vendedor de seguros de la sucursal de Venta de Baños.
En la primera fila también se sientan algunos botarates de profesión indefinida que se relamen de gusto cuando ven desfilar a los modelos efebos que lucen los diseños más a la última, como los que firma Amaya Arzuaga, vanguardista y europea como nadie. Su padre, Florentino Arzuaga, dejó una botella de sus bodegas en cada uno de los asientos de los invitados. Un detalle.
Otra de las novedades de este último Cibeles fue el desfile Moda para el desarrollo, una iniciativa formidable de la organización Women Together y la UNESCO, con la que se comercializa lo que producen las cooperativas artesanales de microcréditos en países de Asia, Sudamérica y Africa. La idea partió de la modelo y diseñadora Bibi Rusell en Bangladesh y llegó hasta las mujeres de Bosnia Herzegovina. Al banquero de estas marginadas del mundo, Mohamed Yunus, le han dado este año el Premio Nobel de la Paz; por si fuera poco la Reina Sofía apoya sin reservas todas estas iniciativas. John Galliano, Hermés y H&M de México y Bangladesh colaboraban ya con los exquisitos trabajos de algunas cooperativas.
La novedosa pasarela de este Tercer Mundo colorista y elegante o el espectacular desfile de ropa íntima de Andrés Sardá, que ha elevado la lencería a categoría de arte y de buen gusto -poco habituales en el género-, no han sido, sin embargo, la gran noticia de Cibeles.
Ana Obregón y su novio se llevaron todo el protagonismo provocando un gran impacto. El stripper polaco desfiló para Francis Montesinos, a petición de Anita, empeñada en reconvertir al muchacho a una profesión decente.
Pero el chico lloró lágrimas amargas la víspera de la pasarela, dijo que renunciaba a desfilar. Y es que había oído unos comentarios demoledores anunciando que un día volvería poco menos que al arroyo. Al modisto le costó convencerle. El pobre muchacho intuye que alguien le está utilizando como semental o como un kleenex, que después de usado se tira a la basura.