En plena conversación sobre la Liga de Campeones, sobre el Barça, sobre la eliminatoria, sobre la vida en Liverpool y en el Liverpool, viene a la mente aquella final de Estambul. Era el 25 de mayo de 2005, primer año de la era Benítez. En el estadio Atatürk, los 35.000 seguidores del Liverpool no sabían hacia dónde mirar en el descanso. Su equipo perdía 3-0 después de ser aplastado por el Milan de Pirlo, Kaká y Hernán Crespo. ¿Qué pasó en aquel vestuario para que los reds terminasen empatando el partido y llevándose el trofeo en la tanda de penaltis?
«Cuando entramos nadie hablaba. Todo el mundo estaba callado», explica Xabi Alonso, un prodigio de memoria, almacén de recuerdos que permanecen recientes. En contra de lo que se pueda pensar, no hubo gritos, ni ademanes. Nada de bronca del entrenador, que esperó paciente unos minutos a que sus jugadores se refrescasen. «No hubo nada de eso. Rafa esperó a que todo el mundo estuviese callado y comenzó a dar instrucciones para remontar el partido. Nos explicó que pasábamos a jugar con tres defensas, cinco centrocampistas y dos delanteros. Quería tener superioridad en el medio porque por ahí es por donde nos estaban ganando el partido», explica el centrocampista.
¿Y alguno creía en la remontada? «El primero que creía era Rafa, y cuando terminó de hablar yo sí me lo creía. Pensaba: 'Joder, hemos llegado hasta aquí, no lo hemos podido hacer peor en la primera parte. ¿Por qué no vamos a remontar?'. Miré a mis compañeros y todos estaban pensando lo mismo». Con todo, ése no es su mejor recuerdo de los dos años y medio que lleva aquí. Fue el año pasado, también en Champions, pero contra el Benfica en octavos de final. «Nos eliminaron aquí en casa. Acabó el partido y nos quedamos en el centro del campo un buen rato. Nos dieron una ovación impresionante y casi lloramos cuando nos cantaron el You'll never walk alone. Se me encogió el corazón por no poder recompensar el cariño de toda esa gente», dice Xabi. / E. J. C.
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