PACO HERRERA
El Liverpool vive su universal presente cuidando la tradición y las glorias pasadas. Es un club especial, tan grande en su impacto mundial como pequeño en la rutina diaria. Un negocio familiar dentro de un escudo reconocible en cualquier punto del planeta. Se respeta la leyenda tanto como a los jugadores o entrenadores presentes. Bill Shankly o los muertos de Heysel son imágenes a venerar, a recordar con sentimiento. Los aniversarios de la tragedia de 1985 me conmovieron profundamente en los dos años que estuve trabajando en el Liverpool. Recogimiento o pasión, dependiendo del momento.
En la semifinal de la Champions de 2005 ante el Chelsea, la que terminamos ganando al Milan, dolían los oídos por la presión de nuestra hinchada. Según un estudio, se alcanzó el récord de decibelios producidos nunca por Anfield. La piel se eriza entonces, como antes de cada partido cuando suena el You'll Never Walk Alone. Todo rezuma historia, desde la austeridad de un campo con 126 años de edad. El vestuario local, por ejemplo, es más modesto y pequeño que el visitante, de Tercera División. Hay incluso que agacharse para entrar. Se construyó así para transmitir un mensaje de hospitalidad y humildad a los jugadores propios y rivales.
A pesar de su enorme historial, todo el club nos recibió [cuando llegó junto a Rafa Benítez] con cariño e interés. Nos escuchaban, pedían consejos y obedecían. Antes, les bastaba su clásico 4-4-2 y poco más. Una mayor atención por la faceta táctica la introdujimos nosotros. También otros aspectos, como la nutrición. Hace años, los jugadores podían comerse un plato de judías con huevos fritos en la cantina de la ciudad deportiva de Melwood. Los médicos de entonces decían que esa dieta daba energía a los futbolistas. Nuestro equipo cambió las costumbres culinarias. De todos los frigoríficos desaparecieron las bebidas gaseosas y en la cocina sólo se servían ya productos adecuados para hacer deporte.
Dista del fútbol español, donde el día a día depende del último resultado. En Liverpool se mira a largo plazo, se confía en los técnicos. En la redacción del contrato de Benítez, sus abogados propusieron incluir una cláusula que le garantizase sus derechos en caso de destitución. Los representantes del club pusieron cara de asombro. No entendían aquella reclamación. ¿Por qué? Porque nunca en su historia el Liverpool ha despedido a un entrenador.
Paco Herrera es director deportivo del Espanyol y ocupó el mismo cargo en el Liverpool durante dos años.
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